lunes, 22 de julio de 2013

Los Misterios de la Sexualidad Femenina



La gran pregunta que nunca ha sido respondida y que yo tampoco he sido capaz de responder, a pesar de más de 30 años de investigación del alma femenina, es: ¿qué quiere la mujer?
-Sigmund Freud a una discípula

Este artículo del New York Times es muy bueno en su totalidad y describe el trabajo que están haciendo un puñado de mujeres investigadoras intentando entender la pregunta del millón: qué quieren las mujeres. Yo me voy a centrar en dos de ellas-que están resumidas en este otro artículo más breve- porque abordan unos puntos oscuros muy interesantes de la sexualidad femenina, para los que, de momento, nadie tiene una explicación. Primero vamos a ver cuáles son esos dos fenómenos, o problemas, que esperan una respuesta.
Meredith Chivers

Empezamos describiendo un experimento de Meredith Chivers. Se mostraron a hombres y mujeres- homo y heterosexuales- una serie de películas donde había actividad sexual chico-chica, chico-chico, chica-chica, un hombre masturbándose, una mujer masturbándose, una chica haciendo ejercicios de Calistenia, un hombre cachas paseando por la playa y...bonobos teniendo relaciones sexuales. Los investigadores medían la respuesta de excitación ante estas películas de dos maneras: objetiva y subjetiva. En cuanto a la medida objetiva, los sujetos estaban sentados a una silla y en los hombres se utilizaba pletismografía peneana para ver el aumento del diámetro del pene, y en la mujer fotopletismografía  vaginal, que mide el aumento de vasocongestión en el epitelio vaginal. Se les daba también un instrumento en el que podían marcar lo excitados que ellos se sentían subjetivamente.

Los hombres respondían de una manera que Chivers llama específica de categoría. Es decir los hombrres heterosexuales se excitaban subjetiva y objetivamente al ver escenas heterosexuales y entre lesbianas y al ver a mujeres masturbarse o ejercitarse. Los hombres homosexuales al ver escenas homosexuales y el resto de escenas según su preferencia sexual. Ni los homo ni los heterosexuales respondieron al sexo entre bonobos. Las puntuaciones objetivas y subjetivas concordaban perfectamente. Es decir, en los hombres sus mentes y sus genitales están de acuerdo.

¿Pero, qué pasa en las mujeres? Pues la cosa es totalmente diferente. A pesar de que las mujeres se declararan homo o heterosexuales mostraban todas ellas una fuerte respuesta genital con todo tipo de escenas, fueran hombres con hombres, hombres con mujeres o mujeres con mujeres. Respondieron mucho más a la mujer haciendo ejercicios de estiramiento que al hombre desnudo paseando y su flujo sanguíneo aumentó claramente (aunque menos que con el sexo humano) al ver las escenas sexuales entre bonobos. Además, en el caso de las mujeres -sobre todo las heterosexuales- la mente y los genitales parecían no pertenecer a la misma persona, no había concordancia entre lo que ellas decían subjetivamente y lo que marcaba el fotopletismógrafo. Durante las escenas de lesbianas las mujeres decían que no se habían excitado pero sus vaginas indicaban lo contrario. Viendo sexo entre hombres homosexuales informaron también de menos excitación que la real y viendo relaciones heterosexuales informaron de mucha más. Entre las voluntarias lesbianas las dos lecturas convergían cuando las escenas eran entre mujeres, pero cuando había solo hombres en pantalla las lesbianas decían que sentían menos excitación de la que marcaba el aparato. Subjetivamente tanto las mujeres homo o heterosexuales decían que no había excitación y ya hemos comentado que sí la había.

Hay que decir que estos experimentos se han replicado muchas veces. También es interesante hacer notar que en uno de ellos participaron transexuales de hombre a mujer y respondieron como hombres, es decir, de forma específica a su categoría y no de forma indiscriminada o general, como las mujeres. Hay una discordancia entre lo que dice el cuerpo y lo que dice la mente de las mujeres. Pero antes de pasar a las posibles explicaciones vamos a ver el segundo hecho misterioso de la sexualidad femenina (bueno, hay más, me refiero a los que vamos a tratar en este post :-)). En su experiencia como terapeuta de mujeres que habían sufrido asalto sexual y violación, Chivers se ha encontrado casos no solo de excitación sexual, sino incluso de orgasmo, y cómo las mujeres contaban estas respuestas físicas. Por otro lado, según otros estudios, entre un tercio y más de la mitad de las mujeres tienen fantasías sexuales (a menudo durante las relaciones sexuales) de violación, o de algo muy parecido: empleo de la fuerza sobre ellas, sometimiento en contra de su voluntad, intoxicación y cosas parecidas. Una de cada 10 mujeres fantasea una vez al mes con ser asaltada sexualmente.

¿Cómo puede querer alguien que le hagan algo en contra de su voluntad? ¿no es contradictorio? ¿Y si no quieren, cómo es que se excitan genitalmente? Chivers tiene una teoría evolucionista para explicarlo, que es la siguiente. Según ella, la sexualidad femenina está dividida en dos sistemas separados, aunque se solapen: el fisiológico y el subjetivo. El deseo está en el subjetivo, el cognitivo. La respuesta fisiológica no tiene que ver con el deseo. De otra manera, tendría que pensar que las mujeres quieren tener sexo con bonobos, dice Chivers en broma. Chivers, y otros sexólogos, han propuesto una hipótesis evolucionista, que diferencia entre Preparación(o Disposición ) Sexual Refleja, y Deseo. La lubricación genital es necesaria para reducir el dolor y la probabilidad de heridas en una relación sexual. En la historia evolucionista las mujeres han tenido que sufrir asaltos y aceptar relaciones sexuales de forma forzada, o también han tenido que intercambiar comida o favores por sexo cuando no había tampoco un verdadero deseo de relaciones sexuales. Las mujeres ancestrales que no mostraron una respuesta sexual vaginal automática ante estímulos sexuales experimentaron heridas que resultarían en enfermedades, infertilidad , o incluso la muerte, y por ello no pasaron esas características a su descendencia. Dicho de otra manera: las mujeres no se han podido permitir el lujo de tener lubricación genital cuando ellas querían tener relaciones con un macho de su elección. Deberían estar listas para lubricar ante determinadas pistas o claves en el entorno. No se sabe cuáles son las claves que disparan la respuesta fisiológica pero podrían ser cosas que el sexo humano y el de primates tienen en común, como las posturas sexuales, los movimientos durante la relación, o la visión del pene en erección.

Bueno, parece que podemos entender algo. Esta teoría nos puede explicar la respuesta fisiológica en caso de asalto sexual y los resultados de los estudios de Chivers. Parte de la respuesta sexual femenina está diseñada para la autoprotección en casos de abuso. Suena fuerte pero puede tener cierto sentido...Pero esta hipótesis no nos explica el problema de las fantasías sexuales con temas relacionados con la violación, porque en las fantasías sí estás excitado y hay verdadero deseo. Aquí entra el trabajo de otra investigadora, Marta Meana, que coincide en muchos puntos con el de Chivers. Plantean que hay un elemento receptivo, o reactivo, en la sexualidad femenina y que hay que contemplar la interacción de la pareja como un proceso complementario. Pero Meana enfatiza más que Chivers el rol de ser deseada -y del narcisismo- en el deseo de la mujer. Según Meana, la visión tradicional en la época de la píldora y de la liberación de la mujer era que la mujer estaba motivada desde dentro, que no dependía de la iniciación del otro, pero dice que los resultados  clínicos y de muchos experimentos cuestionan esta concepción. Meana cree que para las mujeres ser deseadas es el orgasmo. 

Una estudiante graduada de Meana realizó un experimento en el que estudiaban la atención visual de hombres y mujeres mientras veían unos videos eróticos. Los sujetos portaban unas gafas especiales que permiten seguir en qué parte de la escena que aparece en pantalla se están fijando realmente. Los hombres miraban mucho más a las mujeres, sus caras y sus cuerpos, que a los hombres. Las mujeres miraban igualmente a los dos sexos, sus ojos eran atraídos tanto por las caras de los hombres como por los cuerpos de las mujeres, las caras de deseo, de necesidad de los hombres y el encanto y arrobo sexual de las figuras femeninas. Meana ha tratado muchos casos de dispareunia y ha visto que las mujeres informan de menos dolor si hay más deseo. El problema es cómo  aumentar el deseo. Meana dice que , a pesar de que se diga lo contrario eso tiene poco que ver con tener una relación muy guay con muy buena comunicación.  Cuenta el caso de una pareja donde él colaboraba muy bien, preguntando: “¿así está bien?”, y cosas por el edstilo, muy empático y demás pero sin ningún resultado. No había urgencia popr parte del hombre, un deseo fuera de su control. Según Meana, las mujeres quieren ser objeto de admiración erótica y necesidad sexual, las fantasías sexuales femeninas se centran en recibir placer, no en darlo, el deseo de la mujer, según ella, es menos relacional que el del hombre.
Marta Meana

Meana plantea que el deseo sexual femenino es menor que el del hombre y se necesita un estímulo mayor para encenderlo. Si a mí me gusta menos que a ti el pastel me tienes que poner un pastel superespecial para que me anime a comerlo. En una relación de las maravillosas el hombre pierde interés y se convierte en una rutina. La mujer no siente que es elegida. Meana plantea una fantasía en la que una mujer es inmovilizada contra la pared en un callejón y es asaltada sexualmente. El violador está tan desbordado por su deseo, por su atracción por esa mujer concreta, que no se puede contener, se salta todas las normas por ella; ella se siente el único objeto de su deseo y se siente electrificada. Meana se disculpa por el tono antifeminista de la fantasía. No se trata de plantear que las mujeres quieren que las violen, se trata de entender la parte de las fantasías de violación que es la que excita a las mujeres que las tienen. Meana dice que las mujeres quieren algo contradictorio, están ante una especie de dilema. Quieren cuidado, protección, atención, empatía y cariño, pero a la vez quieren ser lanzadas contra la pared sin que haya verdadero peligro. Quieren un troglodita comprensivo, todo a la vez. Dice mena que si tuviera que pensar en alguien que encarnara todas esas cualidades y contradicciones a la vez sería Denzel Washington, que comunica a la vez esa clase de poder y que es un hombre bueno.

Resumiendo, en estas fantasías de sumisión la mujer está imaginando ser querida. Lo que le excita de la fantasía de “violación” no es que la mujer no quiere, sino que el hombre quiere. Es el deseo del  hombre lo que la excita; el deseo de la mujer procede, o se alimenta, del deseo del hombre. La sexualidad de la mujer sería más reactiva.

Por supuesto todo esto es muy discutible y polémico, especialmente la segunda parte que hemos comentado. Pero creo que la existencia de dos sistemas diferentes en la sexualidad femenina sí está apoyado por los datos de muchos experimentos y tiene aplicaciones prácticas. Por un lado para los hombres, para que no malinterpreten las situaciones. La vagina dice una cosa y el cerebro otra, pero es el cerebro el que importa. Por supuesto nadie tiene el derecho a violar la autonomía de una mujer sobre su cuerpo. Conviene señalar, como hace Chivers a sus estudiantes, que excitación genital no significa consentimiento. 

Pero también puede ser útil este conocimiento para las mujeres que han mostrado una respuesta genital en casos de sexo no consentido, que sepan que esa respuesta a la exposición de estímulos sexuales es automática y que ocurre tanto ante  estímulos deseados como ante los no deseados. Siempre existen sentimientos de culpa en todas estas experiencias traumáticas, y este tipo de respuesta fisiológica los puede incrementar. Puede ser reconfortante para la mujer reinterpretar esa respuesta fisiológica durante el asalto como una defensa, explicarles que su cuerpo se estaba autoprotegiendo.

@pitiklinov en Twitter

Referencia

Dado el éxito del artículo el autor del artículo del New York Times, Daniel Bergner, acaba de publicar un libro:


martes, 16 de julio de 2013

Quimeras e Individuos



The true idea of the human mind is to consider it as a system of different perceptions or different existences, which are linked together by the relation of cause and effect, and mutually produce, destroy, influence, and modify each other…In this respect, I cannot compare the soul more properly to anything than to a republic or commonwealth, in which the several members are united by the reciprocal  ties of government and subordination
-David Hume, A Treatise of Human Nature

(La idea verdadera de la mente humana es considerarla como un sistema de diferentes percepciones o diferentes existencias, que se enlazan por la relación de causa y efecto, y que mutuamente se producen, destruyen, influencian y modifican mutuamente. ..A este respecto no puedo comparar el alma más propiamente con otra cosa que con una república o commonwelth, en la que los diversos miembros están unidos por lazos recíprocos de gobierno y subordinación)

El quimerismo consiste en que, tras la fecundación, dos cigotos se combinan formando uno solo, de manera que las células de los órganos del cuerpo tienen dos ADN diferentes, como si fueran dos personas fusionadas en una sola. Se conoce en vacas, gatos y humanos, pero suele resultar en esterilidad y parece que está seleccionado en contra. Pero hay un caso tremendamente curioso que es el del tití común (marmoset, en inglés), donde ocurre con mucha frecuencia. Este trabajo de Ross y cols ha estudiado el quimerismo en los titíes y los resultados son verdaderamente fascinantes. Lo resume y explica muy bien, como siempre, Carl Zimmer en este artículo del New York Times.

Los titíes de Sudamérica tienen la particularidad de que las hembras casi siempre dan a luz gemelos heterocigóticos, es decir, fecundación separada de dos óvulos por dos espermatozoides, por lo que los dos hermanos son genéticamente diferentes. Desde 1962 se conocía que prácticamente todos los gemelos de tití llevan células madres sanguíneas con el ADN de su hermano sin que eso afecte para nada a su salud. Lo que ocurre es que las placentas de ambos hermanos se fusionan durante el desarrollo y se intercambian células entre los dos fetos, vía sanguínea, de manera que ambos hermanos acaban con una mezcla de células con el ADN de los dos.

Corina Ross lo que ha hecho en este trabajo es mirar a ver si ese fenómeno ocurre en otros órganos de los titíes y no solo en la sangre. Todo empezó porque al tomar pelos para hacer estudios genéticos de paternidad los resultados eran totalmente locos. Diferentes pelos del mismo tití tenían una huella genética diferente, algunos pelos encajaban con el ADN del hermano y no con el del propio individuo. El caso es que Ross y cols. han encontrado quimerismo por todo el cuerpo de los tities. Pero no hay un patrón sino que el quimerismo parece ser aleatorio, un tití puede ser quimérico de pelo e hígado y de ninguna otra cosa más. Incluso algunos no son quiméricos de sangre.

Pero lo más sorprendente del estudio es que más de la mitad de los titíes tienen esperma quimérico, es decir, los espermatozoides de un tití llevan en realidad el ADN de su hermano. Al analizar el ADN del hijo de un tití se comprobaba con frecuencia que no era el de su padre sino el de su tío (el hermano del padre). ¡Algunos titíes tienen sobrinos en vez de hijos! Los investigadores han estudiado menos los óvulos que los espermatozoides pero también han encontrado que 2 de 21 ovarios eran quiméricos, por lo que también es posible que una hembra de tití dé a luz sobrinos.

Este descubrimiento llevó a los científicos a preguntarse si el quimerismo afectaba a la forma en que los padres tratan a los hijos y encontraron que las madres transportaban menos a las crías con piel quimérica que a las crías no quiméricas. Los padres, por contra, acarreaban el doble de tiempo a las crías quiméricas para piel que a las no quiméricas. Se cree que esto es así porque los titíes reconocen a sus hijos por el olor y un hijo con piel quimérica emitiría dos tipos de olor, o un rango de olores más amplio, dando a conocer así a su padre su relación con él. Corine Ross sigue investigando las implicaciones del quimerismo.

Esto cambia nuestra forma de ver a los titíes como individuos porque si la mayor parte del cuerpo de un individuo tiene los genes de su hermano, ¿qué es él como individuo?Pero, en realidad, el quimerismo nos cuestiona el concepto mismo de individuo. Porque de alguna manera todos somos quimeras. Como dice Dawkins en el Fenotipo extendido, la vida es anterior al organismo o individuo, la materia viva no tendría por qué venir empaquetada en forma de organismos. Pero en un momento dado, y por alguna razón no del todo explicada, los replicadores (genes) se agrupan en células y luego en organismos multicelulares. Pero los intereses de todos esos genes no son los mismos. Esto lo vio muy bien W. D. Hamilton, cuando comprendió la existencia del conflicto intragenómico, el hecho de que cada gen busca su propia replicación a expensas del resto del genoma. Hamilton se da cuenta de que el genoma no es un banco de datos monolítico con un equipo ejecutivo dedicado a un único proyecto: mantener al individuo vivo y hacer que tenga niños. Hamilton empieza a ver el genoma como un parlamento de facciones enfrentadas, de luchas egoístas; y un parlamento muy agitado, precisamente. 

Esa comprensión tuvo un efecto dramático en Hamilton, no sólo a nivel científico sino también a nivel personal. Hamilton tiene un párrafo glorioso en sus Obras Completas que se cita muchas veces en textos de Biología Evolucionista- y que creo que es muy relevante para la Psicología también- que voy a copiar aquí. Creo que este párrafo encierra una visión del mundo, una filosofía de la vida (la visión centrada en el gen). Pongo al final el original en inglés porque no es un texto fácil de traducir y no estoy muy satisfecho de la mía:

“El conflicto aparentemente ineludible en los organismos diploides se me presentó como un nuevo reto angustioso, al tiempo que me liberaba de un problema que me había atormentado toda mi vida. ¿Qué era lo que yo quería en mi vida? Mi propio yo consciente y aparentemente indivisible resultaba ser algo muy diferente de lo que había imaginado y no necesitaba sentirme avergonzado de mi autocompasión. Yo era un embajador mandado al extranjero por alguna frágil coalición, el portador de las órdenes contradictorias de unos nerviosos jefes de un imperio dividido. Perplejo todavía por la naturaleza de las políticas que debía defender, se me pedía actuar, y hacerlo de inmediato, para analizar, informar, influir en el mundo que me rodeaba. Teniendo presente la eterna inestabilidad que reinaba en mi interior, ¿no podía ya sentirme mejor con mi indecisión en todo tipo de cuestiones, desde lo más trivial y cotidiano hasta la naturaleza del Bien y el Mal? Utilizando otra metáfora, empecé a percibir que yo era los dos o más niños que se pelean pero que fingen una falsa unidad por unos pocos minutos para que su padre retire sus amenazas de castigo  y los lleve a la playa. Al escribir estas palabras, o más bien en la medida en que soy capaz de escribirlas, pretendo gozar de una unidad que, en mi fuero interno, sé que no existe. Soy fundamentalmente mixto, hombre y mujer, padre e hijo, segmentos cromosómicos enfrentados que se enlazaron millones de años antes de que el río Severn viera a los Celtas y Sajones del poema de Housman- antes de que existiera Europa como tal o viera ninguna de la violencia humana que vino después, con seguridad, incluida en mi ascendencia”.
W.D. Hamilton

Seemingly inescapable conflict within diploid organisms came to me both as a new agonizing challenge and at the same time a release from a personal problem I had had all my life. In life, what was it I really wanted? My own conscious and seemingly indivisible self was turning out far from what I had imagined and I need not be so ashamed of my self-pity! I was an ambassador ordered abroad by some fragile coalition, a bearer of conflicting orders from the uneasy masters of a divide empire. Still baffled about the very nature of the policies I was supposed to support, I was being asked to act, and to act at once –to analyze, report on, influence the world about me. Given my realization of an eternal disquiet within, could´nt I feel better about my indecision in matters ranging from daily trivialities up to the very nature of right and wrong? In another metaphor, I was coming to see that I simply am the two or the many quarreling kids who are pretending to false unity for a few minutes just so that their father will withdraw his threats and take them to the beach. As I write these words, even so as to be able to write them, I am pretending to a unity that, deep inside myself, I now know does not exist. I am fundamentally mixed, male with female, parent with offspring, warring segments of chromosomes that interlocked in strife millions of years before the River Severn ever saw the Celts and Saxons of Housman´s poem –before Europe as a whole existed or saw any of the human violence that become later, for sure, embedded in my ancestry.

@pitiklinov en Twitter

Referencia





martes, 9 de julio de 2013

Cocinar nos hizo humanos


Eso es lo que propone el entretenido libro de Richard Wrangham “Catching Fire. How cooking made us human”. Voy a resumir las propuestas y planteamientos más interesantes del mismo, pero os lo recomiendo sin lugar a dudas, a mí me ha hecho darme cuenta de que al dominio del fuego y al hecho de cocinar los alimentos se le ha dado mucha menos importancia de la que realmente tiene en la evolución humana.

Primero voy a recoger algunos testimonios que hablan de que el ser humano sí se ha dado cuenta de la importancia de controlar el fuego, desde tiempos ancestrales. Los habitantes de las islas Andaman consideran que la posesión del fuego hizo a los seres humanos ser lo que son  y los distingue de los animales. Es la primera cosa en la que piensan para llevar cuando van a hacer un viaje, y es el centro de sus vidas sociales. El mismo Darwin dijo que el arte de hacer fuego es probablemente el mayor descubrimiento humano, exceptuando el lenguaje. Lévi-Strauss escribió que cocinar no solo marca la transición de la naturaleza a  la cultura sino que a través, y por medio de ello, se puede definir el estado humano con todos sus atributos. Jean-Anthelme Brillat-Savarin dijo que era por medio del fuego que el hombre había domado la naturaleza. Michale Symons concluye que cocinar es el eslabón perdido que define nuestra esencia humana. Y, por cerrar este merecido reconocimiento a la importancia del fuego y la cocina, la opinión de James Boswell que define al hombre como el animal que cocina. Pero este reconocimiento general no se observa cuando uno lee libros sobre evolución humana, se habla de la hipótesis del cazador, la importancia de la carne, pero se da siempre por supuesto que es cruda, casi nunca se trata de la importancia de los alimentos cocinados. 

El control del fuego y la cocina es un universal humano, es decir que existe en todas las culturas, y Wrangham nos plantea claramente que el control del fuego y la cocina es una de las grandes transiciones en la historia de la vida. Cocinar aumentó el valor de nuestra comida, cambió nuestros cuerpos, nuestros cerebros, nuestras vidas sociales y creó un organismo con una nueva relación con la naturaleza. Voy a ir desgranando por turno las principales ideas de Wrangham

Un primer planteamiento es que estamos diseñados para comer alimentos cocinados. Wrangham repasa algunos estudios que se han realizado en los que los sujetos comían solo alimentos crudos, como el Evo Diet experiment, de 2006 , en el que nueve voluntarios pasaron doce días comiendo como primates (vegetales, frutas, etc) en el Paignton Zoo de Londres, o el Giesen Raw Food study. Los resultados son que a la gente le mejora mucho el colesterol y la tensión arterial, pero adelgazan un montón (eso podría ser bueno) pero hasta un punto en el que las mujeres, por ejemplo no podrían tener hijos. En mujeres que comen dietas totalmente crudas el 50% dejan de menstruar y el 10% tienen desarreglos menstruales. En esos estudios los sujetos no hacían ejercicio, lo que quiere decir que en condiciones naturales donde tuvieran que ir a cazar, caminar largas distancias, etc., la dieta sería claramente insuficiente. Wrangham no ha encontrado referencias de gente capaz de sobrevivir comiendo comida cruda durante largos periodos de tiempo. Incluso Alexander Selkirk, que sirvió de modelo para Robinson Crusoe, hacía fuego y los supervivientes de los Andes comieron la carne humana cocinada. hay gente que discute esto y existen asociaciones de partidarios de la comida cruda, pero la mayoría de ellos introduce algo de comida cocinada y las comidas que comen son preparadas en esta sociedad industrial, no son representativas de una verdadera comida cruda. Wrangham concluye que en la mayoría de las circunstancias necesitamos comida cocinada.

Otra idea clave es que la cocina cambió nuestro cuerpo, nuestra anatomía, y nuestros patrones de masticación, digestión y nutrición en general. Tenemos una boca muy pequeña, ni Mick Jagger puede competir con la boca de un chimpancé. La cantidad de comida que un chimpancé puede almacenar en la boca es mucho mayor y se debe sobre todo a los labios que son enormes y musculados. Esos fuertes labios son probablemente una adaptación a comer frutas porque los murciélagos que comen frutas tienen el mismo tipo de labios musculosos y los usan de la misma manera que los chimpancés para frotar la fruta contra los dientes. También tenemos mandíbulas más pequeñas así como músculos de la masticación (maseteros, temporales) más pequeños. En los chimpancés estos músculos llegan hasta el tope del cráneo y se insertan en una cresta sagital. Los nuestros no pasan , como puede comprobar el lector si se palpa la zona temporal mientras aprieta los dientes,de un poco más de la altura de la oreja. La causa es una mutación en un gen que produce la proteína miosina, el MYH16, que ocurrió hace unos 2,5 millones de años.

Nuestros molares también son pequeños. La cocina podría explicar esto. Peter Lucas ha calculado que para hacer una hendidura en una patata cocinada se necesita un diente 56-82% más pequeño que para hacerla en una patata cruda. Continuando más abajo, nuestro estómago es un 97% más pequeño que el de otros primates. El alto contenido calórico de la comida cocinada permite esto. Los primates comen aproximadamente el doble que nosotros por peso al día porque su comida tiene mucha fibra indigerible (hasta el 30%) comparado con el 5-10% en la nuestra. Nuestro intestino delgado es similar al de otros primates, indicando que aquí es donde se realiza la mayor parte de la digestión y absorción, pero el intestino grueso es mucho más pequeño, un 60% del esperable para un primate de nuestro peso corporal. Esta disminución permite un ahorro de un 10% de energía

Otra idea de Wrangham es que la comida cocinada aporta más energía al organismo y nos permite ahorrar también energía en el proceso de digestión. Se puede ver la cocina como una tecnología para externalizar o realizar fuera del organismo parte del proceso de la digestión. La comida cocinada es, de alguna manera, comida pre-digerida. Cocinar gelatiniza los almidones, desnaturaliza las proteinas (con lo que se digieren mejor)y ablanda físicamente todos los alimentos. Cuanto más tierna la comida, menos tiempo se tarda en consumirla y menos calorías gastamos en el proceso. Se calcula que el coste de la digestión se reduce en un 12,7%. Cocinar también tiene algunos efectos negativos como la pérdida de algunas vitaminas y la producción de algunos compuestos tóxicos, como los compuestos Maillard, que pueden ser cancerígenos, pero en conjunto las ventajas en aporte de calorías superan los inconvenientes.

Un punto de la mayor importancia es que, según Wrangham, cocinar fue lo que permitió el gran crecimiento de nuestro cerebro. Wrangham se apunta a la Expensive Tissue hypothesis de Aiello y Wheeler, según la cual la disminución del tamaño del intestino es lo que permitió dedicar ese ahorro de energía a alimentar el cerebro. Nuestro cerebro se lleva el 20% de la tasa metabólica basal mientras que en primates es un 13% y en otros mamíferos un 8-10%. El primer requerimiento para evolucionar un gran cerebro es poder alimentarlo, y Aiello y Wheeler descubrieron que el tamaño del intestino es muy variable en los primates y que depende de la calidad de la dieta. Gastar menos energía en intestinos permite dedicar ese ahorro a otras funciones. Un pájaro lo dedicaría a crear músculos más fuertes en las alas, porque le conviene más, pero en una especie social como la nuestra la ventaja sería (hipótesis de la inteligencia social) desarrollar más inteligencia.

No se sabe cuándo se controló el fuego, hay opiniones para todos los gustos. En Europa (Schöningen, Beeches Pit) hay testimonios de fuego de unos 400.000 años de antiguedad. Fuera de Europa el sitio bien datado más antiguo es Gesher Benot Ya´aqov, cerca del río Jordan, de hace 790.000 años, y a partir de eso todo es especulación. Wrangham apuesta porque el fuego se controló en el momento del paso de H. habilis a H. erectus (1,8 millones de años) porque es el momento en que nuestra anatomía cambió más y se redujo la mandíbula, molares, etc., como hemos comentado más arriba. Para Wrangham, el H erectus ya cocinaba. Un argumento que esgrime es que H erectus dormía en el suelo. Los primates no suelen dormir en el suelo, el único que lo hace es el gorila, porque vive en bosques con poco depredadores y porque son enormes. Controlando el fuego sí se puede dormir en la sabana como hacen los cazadores recolectores actuales, manteniéndose alrededor del fuego y quedándose alguno despierto por turnos durante la noche.

Otro aspecto muy interesante es cómo el fuego pudo cambiar toda nuestra vida social y de pareja, la estructura de un día de trabajo. Cocinar nos dio tiempo libre, los chimpancés mastican durante 6 horas al día, y ese tiempo extra las mujeres lo pudieron dedicar a recolectar y los hombre a cazar. Wrangham cree que la cocina permitió la aparición de otro universal humano: la división sexual del trabajo. Cuento brevemente cómo es un “día de trabajo” entre los Hadza, una tribu moderna de cazadores-recolectores, aunque ya muy desvirtuada con dinero, cuchillos, ropa de algodón, etc. Cuando amanece, comen los restos de la cena del día anterior. Las mujeres se van a recolectar, algunas con niños pequeños encima y los niños más mayores van con ellas. Los hombres, algunos con perros, salen en grupos de uno o dos a cazar, o a hablar con los vecinos. Algunas viejas y niños pequeños, o algún joven muy cansado se queda en el poblado. Las mujeres hacen una parada a media mañana encienden fuego y se preparan un snack con los tubérculos y frutas que recogen. Charlan y demás. Luego siguen recogiendo y vuelven al poblado a primera hora de la tarde con unos 15 kg de alimentos por mujer. Luego encienden un fuego y empiezan a cocina el ekwa, principalmente. A última hora de la tarde llegan los hombre y puede que traigan miel y sobre todo carne, y se hace la comida de la noche que es la comida principal en todos estos pueblos. La explicación clásica de por qué existe esta división del trabajo es atribuirla al consumo de carne, pero si la carne se consumiera cruda la división del trabajo sería impracticable. Esto se debe al tiempo de masticación necesario que hemos comentado. Las estimaciones hablan (comparando con primates) que tendríamos que masticar el 42% de nuestro tiempo si comiéramos comida cruda, mientras que con comida cocinada sólo necesitamos masticar una hora al día. Los hombres cazadores-recolectores cazan de 1,8 a 8,2 horas al día y lógicamente van picando frutas y demás mientras caminan, pero muchas veces no cazan nada. Si un hombre llegara a la noche de cazar y tuviera que masticar comida cruda recogida por su mujer, sencillamente no tendría tiempo.

Anteriormente he ido contado aportaciones principalmente positivas del fuego y la cocina, pero llegamos ahora a la parte de las sombras: cocina y mujer. Este arreglo de que las mujeres cocinan para sus maridos e hijos es prácticamente universal y favorece principalmente al hombre a costa de una cierta forma de esclavitud para la mujer, aunque con matices. En 1973 los antropólogos George Murdock y Catarina Provost estudiaron 185 culturas y en el 97,8% las mujeres eran predominantemente, o exclusivamente, responsables de cocinar. Solo hubo cuatro culturas en las que no, una fue un error y en las otras tres ocurre que el alimento cocinado es árbol del pan (breadfruit) que tiene el tamaño de una pelota de baloncesto y requiere mucho esfuerzo físico y cooperación para cocinarla y entonces lo hacen los hombres en casas comunales. Luego los hombres comen juntos en estas casa y no dejan entrar a las mujeres ( como en los txokos del Pais Vasco). Si los hombres van a comer o cenar a sus casa entonces sí llevan comida a sus mujeres. Pero aparte de este tipo de comidas, las responsables de cocinar todo lo demás en el hogar son las mujeres. Hay un pueblo muy curioso, los Vanatinai, que parece el sueño de toda mujer. No hay ideología de superioridad masculina. Ambos sexos hacen fiestas, viajan en canoa, crían cerdos, cazan, pescan, guerrean, heredan tierra, comercian, y pueden llegar a ser personas “importantes”. La violencia doméstica es rara y está censurada y en general se puede decir que hay solapamiento en los roles y que las mujeres disfrutan de la misma autonomía y control de los medios de producción que el hombre. Pero, a pesar de todo lo anterior, las mujeres se encargan de la cocina doméstica. Cocinar se considera una actividad de bajo prestigio. Otras tareas de las mujeres son lavar los platos, traer agua y leña, barrer y limpiar las cagaditas de cerdo. Todas ellas se consideran  deberes de bajo estatus, en otras palabras, el tipo de trabajo que los hombres no quieren hacer. A Maria Lepowsky, que estudió este pueblo, las mujeres se quejaban: “venimos de trabajar todo el día en el jardín, y todavía tenemos que acarrear agua, buscar leña, cocinar, limpiar y cuidar a los niños mientras los hombres están sentados y mastican nueces de betel”. Seguro que esta queja suena de lo más moderno a los oídos de las mujeres que estéis leyendo esto; no parece que hayamos avanzado mucho en esta cuestión desde la época de los cazadores-recolectores.

Cocinar, al contrario que masticar comida cruda, es un acto altamente social y la base de una economía social. Cocinar crea comidas que pueden ser poseídas, vendidas, robadas. Antes de la cocina comíamos más como los chimpancés, cada uno para sí. Esta posibilidad de robo es importante porque puede tener mucho que ver con los roles sexuales y el posible surgimiento del vínculo de pareja. Por un lado, como decía, la comida puede ser robada, pero, además, cocinar requiere tiempo y no se pueden vigilar o cuidar otras posesiones mientras tanto. Una unión de pareja soluciona este problema. El acuerdo sería que los hombres utilizarían sus vínculos con otros hombres para proteger a la mujer y ésta cocinaría para el hombre. La idea es que las mujeres necesitaron protección masculina precisamente por culpa de la cocina. La lógica de esta teoría empieza por el hecho de que cocinar es algo fácilmente observable por los demás, el humo revela tu localización a gran distancia. Como las mujeres son más pequeñas que los hombres, los hombres hambrientos podrían aprovecharse de ello. Formando una pareja la mujer obtendría protección y carne.

Pero hay aspectos muy interesantes  que compensan estas desventajas para las mujeres. Las mujeres tienen también más poder del que parece por lo que he contado hasta ahora. En aspectos sexuales la sociedad de cazadores-recolectores eran mucho más liberales que las sociedades de ganaderos agricultores, mucho más monogámicas. En general, las mujeres podían tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, dejar a sus maridos y disfrutar de mucha autonomía e independencia. En muchas de estas sociedades un hombre sin pareja es un paria y objeto de burla por parte de sus amigos. Una mujer es mucho más que un productor de riqueza, es un compañero esencial a nivel económico. Sin una mujer un hombre no puede cazar, no tiene hogar, no tiene a nadie que construya una casa, recoja fritas y cocine para él. En estas pequeñas sociedades los hombres necesitan económicamente una mujer y un hogar. Es muy curioso que no se trata de sexo. En estas sociedades tan abiertas, los hombres tienen relaciones sexuales fácilmente, como hemos comentado, pero sin mujer no eres nada y además el prestigio de un hombre deriva de estar, o haber estado casado. Debido a esto, en muchas sociedades , como los Inuit, los hombre roban mujeres, atacan a otros hombres y los matan para conseguir sus mujeres. Ocurre lo mismo en Nueva Guinea, e insisto en que la razón no es sexual, sino “económica”, para el hombre resultan de vital importancia los servicios domésticos procurados por la mujer y entre ellos el fundamental de que la mujer cocine. Cuando tienes una mujer ya no tienes que pedir comida y puedes invitar a tus amigos a tu casa, de lo contrario no eres nada. Es decir, que el viejo dicho de que al hombre se le conquista por el estómago parece tener mucho de verdad
Richard Wrangham

El resultado en la práctica es bastante predecible y consiste en que las mujeres se esfuerzan en cocinar para sus maridos y los hombres aprecian su trabajo y aportan el suyo, la carne, la influencia social, etc. El hombre no tiene todo el poder porque se puede quedar de patitas en la calle. Las mujeres de sociedades de cazadores-recolectores son bien tratadas habitualmente y muchos etnólogos y antropólogos han reconocido que comparadas con otras sociedades llevan una vida de alto estatus y de considerable autonomía.

Bueno, creo que con todo lo comentado os hacéis una idea de lo que aporta el libro. Es evidente que no nos podemos creer todo lo que plantea Wrangham, pero creo que llama la atención sobre un tema considerado de segunda fila y que, sin embargo, ha podido ser más trascendental en la evolución humana de lo que habitualmente se reconoce. A mí desde luego me ha resultado muy convincente.

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jueves, 4 de julio de 2013

Instinto y Determinismo Genético



La herencia no es más que ambiente almacenado
-Luther Burbank

El determinismo genético es uno de los temas que más preocupa a la gente cuando se tratan temas relacionados con la evolución, hasta el punto de que, en la mente de muchas personas, evolución y determinismo genético van de la mano. No se suele apreciar que es el ambiente el motor de la evolución. Cualquier organismo que venga al mundo con una conducta predeterminada, fija e invariable, desaparecerá porque el ambiente cambia continuamente. La famosa y errónea expresión de Spencer de la supervivencia de los más fuertes tiene probablemente mucho que ver con esta confusión. No dejan más descendencia los más fuertes, sino los que mejor se adaptan al ambiente. Y hasta los animales inferiores tienen una gran flexibilidad en su conducta, porque la conducta es su forma de sobrevivir al ambiente. Por poner un ejemplo sencillo, la conducta sexual de muchos animales cambia según que el número de individuos del otro sexo sea alto o sea bajo. La misma conducta sexual no sirve para todas las situaciones.

Una forma de entender los genes es como si fueran ideas -soluciones- que han funcionado en nuestros ancestros y que tenemos ya almacenadas en una memoria de especie, que es lo que son los genes. Los genes lo que nos dan son opciones, soluciones, ante diferentes problemas o cambios en el ambiente. Por ejemplo, tenemos mecanismos innatos para producir callosidades si sufrimos abrasiones en la piel, pero esto no quiere decir que vayamos a producir callos automáticamente o sin ninguna razón. Si evitamos roces en nuestras manos o en nuestros pies sencillamente no se producirán. Pero si, por cualquier razón, tenemos que realizar repetidamente un trabajo que requiera el empleo de una herramienta que produzca fricción, esa solución almacenada previamente por nuestro genoma nos sacará del apuro y nos hará la vida más fácil. Lo mismo ocurre con el bronceado, tenemos mecanismos para broncearnos si nos exponemos al sol, por efecto de la melanina, pero no se pondrán en
marcha si nos ponemos debajo de una sombrilla o nos protegemos del sol. Es decir, la mayoría de las instrucciones genéticas son del tipo IF-THEN, si ocurre esto hacer lo otro, pero nunca “hacer esto, pase lo que pase”. Creo que esta idea está muy bien resumida en la cita que abre esta entrada.

De todo esto ya hemos hablado en alguna otra ocasión pero me ha parecido interesante traer aquí un comentario de Matt Ridley, de su libro Genome, sobre esta cuestión, porque me parece que es muy atinado:
Matt Ridley

“Instinto es una palabra que aplicamos a los animales: el salmón que sube la corriente donde nació; la avispa excavadora que repite la conducta de sus padres ya muertos hace tiempo; la golondrina que emigra hacia el sur en invierno - estos son instintos. Los seres humanos no tienen que apoyarse en instintos; en lugar de ello aprenden; son criaturas culturales, creativas y conscientes. Todo lo que hacen es producto del free will, sus gigantes cerebros y el lavado de cerebro paterno.

Esto es lo que dice el saber convencional que ha dominado la psicología y las demás ciencias sociales en el siglo XX. Pensar otra cosa, creer en una conducta humana innata, es caer en la trampa del determinismo, y condenar al individuo a un destino desalmado escrito en sus genes antes de que naciera. No importa que las ciencias sociales se dediquen a reinventar formas de determinismo mucho más alarmantes que la genética: el determinismo parental de Freud; el determinismo socioeconómico de Marx; el determinismo político de Lenin; el determinismo cultural de la presión de los iguales de Franz Boas y Margaret Mead; el determinismo de estímulo-respuesta de John Watson y B. F. Skinner; el determinismo lingüístico de Edward Sapir y Benjamin Whorf. En una de las más grandes desviaciones de todos los tiempos, durante un siglo los científicos sociales consiguieron persuadir a los pensadores de todo tipo de que la causalidad biológica era determinismo mientras que la causalidad ambiental preservaba el free will; y que los animales tienen instintos, pero que los seres humanos no.(...)

El pionero de la psicología William James, hermano del novelista Henry, era un ferviente partidario del punto de vista de que la conducta humana muestra evidencia de la existencia de más instintos diferentes que la de los animales, no menos.”

@pitiklinov en Twitter

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