lunes, 30 de junio de 2014

Paciencia y Moral

Walter Mischel
La paciencia, la capacidad de esperar, es un rasgo de personalidad variable: unos somos más capaces de esperar que otros. Es también un rasgo que no se potencia en esta sociedad consumista. En los anuncios nunca se nos anima a que esperemos a comprar una cosa, el mensaje es siempre cómprala ya, si no tienes dinero cómprala con tarjeta, compre hoy pero pague mañana, como dice la canción de Cucharada.

Pero los sistemas morales se basan en individuos que miran al futuro y que pueden resistir la tentación de actuar de forma inmediata en su propio interés. La capacidad de esperar, de ejercitar la paciencia, es parte de nuestra facultad moral y a veces nos referimos a ella con otros nombres: autocontrol, autodominio, fuerza de voluntad, o retrasar la gratificación. Dentro del modelo de los Cinco Grandes (Big Five) de personalidad formaría parte de la dimensión responsabilidad (consciousness). 

Un hombre que ha estudiado esta facultad desde hace más de 40 años es Walter Mischel que ha realizado unos famosos experimentos, sobre todos en niños, aunque también en adultos. Su objetivo era averiguar cómo cambia en el tiempo esta capacidad de retrasar una gratificación y si la capacidad de esperar es un rasgo innato de la personalidad, una firma personal que predice la competencia intelectual en la vida posterior, así como otros problemas de control, como ludopatías, trastornos de alimentación, promiscuidad sexual y consumo de alcohol. En su estudio clásico, ofrecía a los niños unos caramelos pero luego se iba y les decía a los niños que si esperaban a que él volviera les daría muchos más. No les decía cuánto tiempo iba a tardar en volver y los niños no sabían cuánto tenían que esperar. El hallazgo más significativo en todas las culturas y clases socioeconómicas es que los niños de menos de 4 años  tenían muy poca o ninguna paciencia. Tomaban la recompensa inmediata en vez de una mayor recompensa posterior. Gradualmente, los niños adquirían la capacidad de controlar los impulsos. Pero lo interesante no era si se comían los caramelos (la mayoría lo hacía), sino cuánto eran capaces de esperar.

Se observó que la capacidad de retrasar la gratificación era muy variable en niños de 2 a 4 años. Esto indica que estas diferencias son un rasgo de personalidad innato porque aparece antes de que la cultura haya tenido tiempo de imponer su propia firma. Algunos niños, a la edad de dos años, esperan segundos, o minutos incluso, más que otros. Parece que el genoma crea un estilo de relacionarse con el mundo que bien internaliza las acciones o las externaliza. Los niños con una firma internalista asumen mayor responsabilidad por lo que pasa. Si alguien les da un helado, piensan: “ he sido bueno,me lo merezco”. Si un amigo deja de jugar con él concluyen: “será que no estoy jugando bien”. En el caso de los externalistas es justo lo contrario. Si le dan un helado dirán: “¡qué persona más maja!” y si dejan de jugar con ellos pensarán: “ será que está cansado”. Cuando se pasa el test de Mischel, de retraso de gratificación, a estos dos tipos  de personalidades, se ve que los internalistas esperan más a recibir la mayor recompensa. Y los internalistas violan menos las normas que les transmiten las madres: “no juegues con eso”, y engañan menos en juegos.

Es decir, que el autocontrol predice la tendencia a transgredir las normas, la capacidad de retrasar la gratificación está muy unida a la conducta moral. El número de segundos que un niño es capaz de esperar predice, como si fuera una bola de cristal, su futura conducta moral, su estilo ético, si queremos. Si miramos cuánto espera podemos extrapolar a cómo va a ser de adolescente y de adulto. Niños de sexto grado que eran impacientes engañaban más en ciertos test de juegos que los que eran pacientes. Los niños que tomaban la recompensa inmediata era más probable que acabaran como delincuentes institucionalizados que los que esperaban. En un estudio longitudinal en que se siguió a niños muy pequeños hasta la edad adulta, los que esperaban más se enfrentaban mejor a situaciones negativas en el futuro, encontraban empleos más seguros, mayor nivel de estudios y tenían relaciones románticas más estables. Los impacientes también respondían con más ira y agresividad hacia sus compañeros y parejas que los pacientes. 

Por lo tanto, estos estudios sugieren que la impaciencia o impulsividad en los test del estilo de los realizados por Mischel, es un excelente predictor de quién va a transgredir las normas de la cultura, y no sólo de su nivel futuro de estudios o de ingresos. La capacidad de esperar del niño pondrá limites a su capacidad de ser justo con los demás y revela algo muy profundo acerca de la personalidad de un sujeto. La paciencia no sólo es una virtud, sino un marcador del éxito en la vida. El problema es que ese éxito depende de una característica innata en buena medida.

Y estos experimentos nos plantean otro problema. Si los que esperan van a tener mejores ingresos, trabajos, relaciones románticas, etc., ¿por qué la evolución no ha eliminado los tipos impulsivos? La respuesta es que la paciencia no es siempre una virtud, depende del ambiente y la cultura en la que está inmerso el sujeto. Cuando el ambiente es inestable, o cuando hay poco recursos, esperar al mañana tiene un coste y es mejor tomar el pájaro en mano ya. Por eso siempre habrá una variación en esta dimensión, porque los dos tipos de personalidades tienen ventajas e inconvenientes.

@pitiklinov

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sábado, 28 de junio de 2014

Creatividad y enfermedad mental


Aquellos que han sido eminentes en filosofía, política, poesía, y en las artes, han tenido todos tendencia a la melancolía
-Aristóteles

Nancy Andreasen
Como prueba la cita que encabeza esta entrada, de la relación entre creatividad y enfermedad mental (genio y locura) se lleva hablando siglos y, como es un tema que no está resuelto, se seguirá hablando durante mucho tiempo. Recientemente, una de las personas que más ha estudiado este asunto, la psiquiatra Nancy Andreasen, ha publicado un artículo donde resume sus investigaciones de décadas y nos aporta sus conclusiones, que voy a comentar brevemente.

Primero algunos ejemplos ilustrativos, aunque no prueban nada, de esta relación. James Joyce tuvo una hija con esquizofrenia, y él mismo tenía rasgos que le situaban en lo que se llama el espectro esquizofrénico. Bertrand Russell tuvo varios miembros familiares que padecían esquizofrenia. Einstein tuvo un hijo con esquizofrenia y mostraba algunas de las ineptitudes sociales e interpersonales que caracterizan la enfermedad. Por otro lado la lista de escritores y artistas que se han suicidado es muy larga. Andreasen trabajó estrechamente con Kurt Vonnegut que ejemplifica esta relación. Vonnegut sufría depresiones, pero su madre se suicidó precisamente el día de la madre, cuando Kurt temía 21 años.  Su hijo, Mark fue diagnosticado de esquizofrenia, aunque probablemente sufra en realidad un trastorno bipolar, y muchos otros familiares han tenido problemas psiquiátricos (de alimentación, de alcoholismo…). Pero, a la vez que mucha enfermedad mental, también hay mucha creatividad en su familia. Su padre fue un arquitecto importante; su hermano mayor un talentoso químico e inventor. Su hijo Mark es escritor y las dos hijas de Kurt son artistas visuales. 

Una primera conclusión que se desprende de los trabajos de Andreasen es que la alta inteligencia no predice creatividad, algo que ya fue estudiado por Terman, psicólogo de Stanford a principios del siglo pasado. Tener un cociente intelectual alto no equivale a ser muy creativo. Se propone sobre esta relación una teoría de umbral, es decir, que a partir de cierto nivel, la inteligencia no afecta a la creatividad. Un Cociente Intelectual de 120 se considera suficiente para ser un genio creativo.
Kurt Vonnegut

En cuanto a la relación entre enfermedad mental y creatividad, ¿existe realmente? Andreasen dice que sí, aunque no precisamente con la esquizofrenia, sino con los trastornos afectivos. Los diagnósticos que se encuentran en personas creativas (Andreasen ha estudiado escritores y científicos) y sus familiares son: depresión, trastorno bipolar, ansiedad y trastorno de pánico, y alcoholismo. Sin embargo,  la gente excepcionalmente creativa tiene más familiares de primer grado con esquizofrenia que los grupos controles.

Un problema de estos estudios consiste en definir creatividad, algo sobre lo que no hay consenso. Andreasen considera que creatividad es la capacidad de hacer asociaciones y conexiones y ver las cosas de una manera original, ver cosas que otra gente no ve. En estudios de neuroimagen, Andreasen ha encontrado mayor actividad en las áreas asociativas de la corteza cerebral en personas creativas.

Si, como decíamos más arriba, la creatividad no depende de la inteligencia, entonces, ¿de qué depende? Un factor que parece que contribuye es la personalidad. La gente creativa es aventurera (mentalmente) y exploradora, lo que se correspondería con el rasgo openness de los famosos Cinco Grandes (Big Five) de personalidad. Especialmente en ciencia, el mejor trabajo ocurre en las fronteras. Hay un dicho entre científicos que es: “ cuando trabajas en el filo de la navaja, es posible que sangres”, es decir, si trabajas en los límites es probable que encuentres algo. Nicolas Humphrey dice también, y puede tener algo que ver con lo que estamos hablando, que “todo lo que resulta interesante en la naturaleza tiene lugar en los bordes: la superficie de la tierra, la membrana de una célula, el momento de un catástrofe, el comienzo y el fin de una vida”.
John Nash

Una cosa que Andreasen ha encontrado es que la gente creativa trabaja mucho más duro que la persona media, y ello se debe normalmente a que aman su trabajo. También son más perseverantes o, si preferimos, cabezotas, en el sentido de que no se desaniman nunca y siguen adelante con sus convicciones a pesar del rechazo. Muchos de ellos son autodidactas, es decir, que se enseñan a sí mismos en lugar de recibir un conocimiento académico formal. Y también son lo que en inglés se denomina “polymath”, es decir, que están interesados en un montón de cosas, aunque sean científicos aman la literatura, la música, etc. Por ejemplo, George Lucas se ha interesado por temas tan variados como antropología, historia, sociología, neurociencia, tecnología digital, arquitectura y diseño de interiores.

Un tema que no está claro es si los genios tienen más ideas o simplemente tienen mejores ideas. Y esto es interesante porque tener demasiadas ideas puede ser peligroso. Un problema de ver conexiones que otras personas no ven es que muchas de estas conexiones pueden no ser ciertas.  En A Beautiful Mind, la biografía del  matemático John Nash, Sylvia Nasar cuenta la visita al hospital que le hace un compañero matemático al Hospital McLean. Este le pregunta: “¿Cómo puede ser que tú, un matemático dedicado a la razón y a la verdad lógica crea que extraterrestres le están mandando mensajes?” “¿Cómo puedes creer que aliens del espacio exterior te están reclutando para salvar el mundo?” A lo que Nash respondió: “ Porque las ideas que tenía acerca de seres sobrenaturales me vinieron de la misma manera que las ideas matemáticas. Y por eso las tomé en serio”.

Algunas personas ven cosas que otras no ven, y tienen razón, y les llamamos genios. Otras personas ven cosas que otros no ven, y se equivocan, y les llamamos enfermos mentales. Y otros, como John Nash, son las dos cosas.

@pitiklinov

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jueves, 26 de junio de 2014

Psicoterapias: no sólo la Big Pharma tiene intereses

James Coyne
Hoy en día, todo el mundo es consciente de que los intereses de la industria farmacéutica, la Big Pharma, están detrás de la mayor parte de la investigación en biomedicina, especialmente en el desarrollo y comercialización de fármacos, y de que esa influencia sesga y tiñe la investigación que cuenta con financiación de los grandes laboratorios farmacéuticos. Nadie se tomaría en serio un trabajo en el que los autores principales fueran investigadores de un gran laboratorio diciéndonos que uno de sus fármacos es muy bueno y eficaz (por eso buena parte de los estudios de eficacia de fármacos llevan la firma de “negros”, autores que se prestan a ello a cambio de dinero, para ocultar que quien en realidad realiza el estudio es la Big Pharma). 

Las manipulaciones de la Big Pharma (tanto en la investigación como en las relaciones con los médicos) vienen siendo denunciadas desde hace tiempo desde diversas instancias, libros (como Bad Science o Bad Pharma, de Ben Goldacre), películas (El Jardinero Fiel), y también por los propios profesionales médicos, como el colectivo Médicos sin Marca. La conciencia que todas las instancias, desde la administración a las revistas médicas, han tomado de este problema han dado lugar, por ejemplo, a la medida de que los autores declaren sus conflictos de intereses y a cambios en la normativa que regula la visita médica para impedir la influencia de la industria en los profesionales médicos. Todo este movimiento crítico hay que mantenerlo y potenciarlo, pero creo que hay que ampliarlo también para que incluya al campo de las psicoterapias, que, extrañamente, se mantiene al margen de todas estas nuevas corrientes en el mundo de la investigación, como la irreductible aldea de los conocidos galos.

Por eso os recomiendo un artículo reciente, Salvaging psychotherapy research: a manifesto, de James Coyne, profesor de Psicología en la Universidad de Groningen, que lleva tiempo criticando los sesgos en la investigación en psicoterapias. Cuando John Ioannidis dice que la mayoría de los hallazgos positivos son falsos y que la mayoría de los descubrimientos se exageran y no se pueden replicar, no habla sólo de biomedicina, habla de la investigación en general y , por supuesto, el cuento es aplicable a las psicoterapias. Coyne dice que todavía queda mucho por hacer para asegurar la claridad y transparencia de los estudios de fármacos pero afirma rotundamente que la literatura de investigación en psicoterapias es mucho menos fiable que la literatura de investigación farmacéutica: la investigación en psicoterapias es escandalosamente mala.

Muchos estudios sobre eficacia de psicoterapias no tienen potencia suficiente, son pequeños, y obtienen resultados positivos tras redefinir los resultados después de conocer los datos. Además, los estudios los llevan a cabo investigadores que defienden el método estudiado y  que tienen fuertes intereses económicos en la terapia concreta estudiada. Este sesgo de filiación o fidelidad (allegiance, en inglés) me parece fundamental, y creo que no es bastante apreciado por el público en general, así que me referiré principalmente a él, dejando al margen otros errores estadísticos y de investigación de los que se habla en el artículo. Es tan importante que conocer qué tratamiento es el preferido de los investigadores es el mejor predictor del resultado de un trabajo. Y cuando se controla para esta filiación o compromiso con una terapia (allegiance) los resultados positivos disminuyen enormemente o desaparecen. 
John Ioannidis

En los metaanálisis sobre la eficacia de una determinada psicoterapia no se muestran los conflictos de intereses, no se dice que los autores se ven beneficiados económicamente por esos resultados positivos. Rarísima vez encontraremos que la psicoterapia a estudio no es eficaz o es perjudicial, como tampoco encontramos nunca que un estudio financiado por un laboratorio nos diga que el fármaco es dañino o ineficaz. Es increíble que de forma rutinaria admitamos declaraciones sobre la superioridad de una terapia realizadas por gente que se beneficia económicamente de ella y de esas afirmaciones. No nos damos cuenta, tal vez, de que la “Industria Psicoterapéutica”, la “Big Psycho” mueve miles de millones en contratos de instituciones, empresas privadas, cursos de entrenamiento, materiales asociados con ese tratamiento, etc. Todo ello porque se confía en los resultados de esos estudios. No nos damos cuenta de que los promotores de esa terapia la venden a clientes y profesionales igual que la Big Pharma vende sus productos. 

Voy a descender, para concluir, del mundo de la investigación al mundo de la práctica clínica. Imaginaos el caso de un paciente que lleva años realizando una psicoterapia de orientación analítica (es por poner un ejemplo que he conocido directamente), con un costo de 700€ mensuales. En determinado momento el paciente le dice al terapeuta que se encuentra mejor y que quiere dejar la terapia. Entonces el terapeuta le contesta que cree que es prematuro y que opina que debe continuar con el tratamiento. ¿Cómo podemos estar seguros de que el terapeuta está pensando más en los intereses del paciente que en lo bien que le vienen esos 700€ para pagar su hipoteca?

James Coyne no sólo critica, sino que propone una serie de medidas en la parte final de su artículo  para intentar mejorar y salvar la mala ciencia que es la norma, y no la anomalía, en la evaluación de las psicoterapias.


@pitiklinov



jueves, 19 de junio de 2014

20 actividades humanas que requieren Teoria de la Mente

La Teoría de la Mente es la capacidad de atribuir pensamientos, intenciones y deseos a los demás. Se adquiere aproximadamente hacia los 4 años de edad y, aunque se debate el grado de Teoría de la Mente que tienen otras especies, una Teoría de la Mente completa parece ser una capacidad exclusivamente humana. 

Vamos a ver una lista de 20 capacidades humanas que requieren Teoría de la Mente. Existen actividades como la cooperación en la crianza, la construcción de refugios, cocinar, construcción básica de herramientas, un sentido de justicia, atención en el parto, compartir comida, imitación o cazar en grupo, que no requieren Teoría de la Mente. Desde luego, tener Teoría de la Mente facilita la realización de todas ellas pero no se trata de un ingrediente esencial de las mismas. Sin embargo, la lista que describo a continuación requiere ineludiblemente Teoría de la Mente, y agrupa actividades que son probablemente exclusivamente humanas.

1.- Actuar. Los actores necesitan “meterse en la piel” de la persona que pretenden ser o interpretar. También son conscientes de que los miembros de la audiencia tienen mentes independientes capaces de apreciar la actuación. Actuar no requiere lenguaje, ya que un actor puede hacer mimo.
2.- Enrojecerse (Rubor). Ruborizarse requiere que uno se sienta avergonzado en la presencia de otros. No se puede sentir esta emoción a no ser que uno sea consciente de que los otros tienen mentes como la nuestra que son capaces de reconocer nuestro embarazo y vergüenza. No está claro el valor adaptativo de mostrar a los demás una evaluación negativa de nosotros mismos. Por otro lado, sonrojarse no es apreciable en personas de piel oscura y todos tuvimos ancestralmente una piel oscura, así que no se sabe si esta característica evolucionó después de que el ser humano saliera de Africa y emigrara a otras latitudes donde su piel se aclaró.
3.-El Cuidado de enfermos y viejos. Aunque hay casos anecdóticos de cuidado de individuos enfermos en chimpancés u otros simios, no es comparable con el grado en que se realiza por los humanos. Es interesante que hay evidencia en Neandertales de la existencia de individuos heridos que sobrevivieron dentro del grupo, lo que indica que fueron cuidados por él.
4.-Preocupación por la reputación después de muerto. Esto no parece muy lógico, porque lo que piensen de nosotros una vez muertos no debería importarnos, pero el hecho es que podemos proyectarnos en el futuro e imaginar lo que otros pensarán de nosotros, e incluso cómo reaccionaríamos ante ello. Este tipo de “viaje mental en el tiempo” es probablemente exclusivo del ser humano y es difícil de imaginar sin Teoría de la Mente.
5.-Rituales Funerarios. Toda sociedad humana realiza algún tipo de ritual de este tipo. Se necesita Teoría de la Mente paz entender que alguien con una mente como la nuestra ya no está vivo.
6.-Preparar comida para otros. Modificar, procesar y cocinar comida para el placer de otros requiere comprender que el otro tiene una mente y también querer que aprecie nuestra comida. (En inglés diferencian cuisine -para otros-de cooking, que es más antiguo evolucionistamente y no requiere Teoría de la Mente).

7.- El cuidado proporcionado por las abuelas. Todas las sociedades humanas tienen abuelas. Sea cierta o no la hipótesis de la abuela de la menopausia, el hecho es que las abuelas identifican a su nietos y los cuidan a veces incluso más que las madres.
8.- Curar a los enfermos. Toda sociedad humana realiza intentos de curar a los enfermos. Esto indica que los humanos son conscientes del sufrimiento de la persona enferma y de que el enfermo es un individuo con una mente.
9.- Hospitalidad. Prácticamente todas las cultura humanas muestran algún tipo de hospitalidad. Esto implica comprender que los huéspedes tienen mente propia y pueden apreciar la hospitalidad.
10.-Normas de Herencia. Este tipo de normas son también prácticamente universales y para testar uno necesita entender que el heredero es una persona con mente propia y que morirá probablemente después que nosotros.
11.- Leyes y justicia. Para la existencia d e leyes y y el concepto de justicia necesitamos entender que los otros tienen mentes y que son capaces de hacer el mal. Incluso las leyes moderna aprecian que un individuo puede hacer el mal y no ser responsable, por trastorno mental.
12.- Dar conferencias. También es algo que ocurre en todas las sociedades ( si incluimos contar historias). Dar conferencias o contar historias requiere apreciar que los receptores tienen mente propia. Cuanto mejor nos pongamos en el lugar de la audiencia, mejores  conferenciantes seremos.
13.- La música multiinstrumental. Tocar música en grupo es común en muchas sociedades y piara interactuar con los otros músicos hay que entender que tienen mentes propias. Esta habilidad tiene su máxima expresión en el jazz donde verdaderamente parece que los músicos están leyendo la mente del otro  mientras improvisan.
14.- Los deportes organizados. No se podría jugar a ellos sin saber que los otros miembros del grupo  entienden las reglas, y leer las mentes de los contrarios es una ventaja para ganar. Aunque no es un deporte, esta habilidad para leer la mente del contrario, y que no lean la nuestra, es esencial en juegos de cartas como el póker o el mús.

15.- Religiosidad. los creyentes necesitan tener Teoría de la Mente para imaginar la mente de los dioses, sus deseos e intenciones. Atribuir estados mentales a objetos inanimados ( como rocas o árboles) es también la base de las religiones animistas.
16.- El Amor Romántico. Aunque algunos animales forma lazos de amistad, el enamoramiento requiere un cierto grado de Teoría de la Mente.
17.- El control social de la paternidad. Es una práctica todavía presente en muchas culturas donde los viejos controlan los emparejamientos o matrimonios entre los más jóvenes. Se necesita apreciar que los jóvenes tiene mentes propias, que enloquecen de amor, y que hay que controlar. 
18.-Enseñar. Muy similar a dar conferencias. Otros animales aprenden viendo a su madre, u otros miembros del grupo realizar acciones, pero no se ha apreciado que enseñen de forma similar a los humanos. El maestro necesita Teoría de la Mente para apreciar las carencias o errores del alumno  y corregirlas.
19.-La Tortura. Aunque algunos animales pueden jugar con una presa medio muerta, la tortura sistemática, dirigida a quebrar el espíritu del otro individuo ( pero manteniéndole vivo) es un fenómeno exclusivamente humano. Es más, el torturador más eficaz es el que mejor se mete en la  mente de la persona torturada.
20.- El Comercio. Para comerciar, uno debe entender que el otro individuo tiene intereses y deseos y aprovecharse de ellos.

Lógicamente, la lista que he presentado, extraída del libro de Ajit Varki citado más abajo, es una lista arbitraria en la que podríamos incluir otras muchas actividades. También es discutible el grado en que muchas de estas actividades son exclusivas de los seres humanos, pero creo que, en cualquier caso, sirve para comprender mejor lo que es la Teoría de la Mente y lo que significa en la evolución humana.

@pitiklinov

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miércoles, 18 de junio de 2014

Trabajo o Salud

Yo trabajo en un Centro de Salud Mental y, a ojo de buen cubero, el 80% de los pacientes nuevos que veo cada día son situaciones de estrés laboral: conflictos, problemas, o acoso, en el puesto de trabajo. Como ejemplo, el paciente de hoy: varón, 42 años de vida laboral, puesto de responsabilidad , desconocido para su médico de atención primaria. Hace 2 años, la empresa en la que trabaja es absorbida por otra compañía y él no entra en los planes del nuevo equipo directivo. Se inicia una labor de acoso y derribo que culmina cuando su jefe le llama un día y le veja, insulta y descalifica. El hombre va a trabajar al día siguiente, con vómitos, con angustia, humillado, sus 15 horas como casi todos los días. Al día siguiente vuelve a trabajar sus 15 horas y al siguiente no puede levantarse.

Traigo este tema a este espacio como desahogo, como denuncia, porque no veo a mi alrededor que se hable de ello, ni se planteen medidas para cambiar una sociedad que está sacrificando todo: el ocio, las relaciones familiares y personales, la dignidad y la salud de las personas en el altar del Dios Trabajo. El mundo laboral es una selva, vivimos para trabajar y las condiciones de trabajo están cada vez más reñidas con la salud mental de los trabajadores. Hace años se hablaba de la sociedad del ocio, de que gracias a las máquinas íbamos a tener el problema de no saber qué hacer con el tiempo, pero lo que yo veo en pacientes y amigos es que cada vez la gente tiene que trabajar más horas por menos dinero. 

Estudios en cazadores recolectores nos indican que en estas sociedades la gente trabaja unas 20 horas a la semana recolectando las frutas y vegetales que necesitan para vivir. Como dice Geoffrey Miller en su libro Must Have, imaginemos que viajamos 30.000 años en el tiempo y les explicamos a unos hombres de Cromagon del sur de Francia lo maravillosa que es nuestra sociedad consumista, cómo trabajamos, cómo nos divertimos y cómo vivimos; y preguntaos si creéis que al ver nuestro estilo de vida saldrían disparados a inventar la agricultura, la ganadería, el dinero, las clases sociales y el consumo desaforado. ¿O creéis más bien que dirían que estamos locos y seguirían recolectando sus frutas y nueces, cazando conejos y pintando sus cuevas?

Estamos fracasando en crear un mundo mejor. ¿Para qué queremos toda la tecnología y la ciencia del siglo XXI? ¿Para poner cohetes en Júpiter o para crear unas condiciones de vida que favorezcan el florecimiento de las personas? ¿Para que una persona trabaje de 9 de la mañana a las 9 de la noche con una hora de descanso para comer, cobrando 990 €?

Lo que voy aprendiendo sobre evolución me dice que la solución es muy difícil porque el valor de las cosas no es absoluto y se obtiene por comparación. Mi felicidad depende en gran medida de lo que tengan los demás y no sólo de lo que yo tenga. Imaginaos que, ahora que no hay trabajo para todos, lo repartiéramos y redujéramos la jornada laboral a 4 horas en lugar de 8. Siempre habría alguien que preferiría trabajar 5 o 6 horas y tener un smartphone mejor, un coche mejor, o una casa mejor. E, inmediatamente, los demás le seguirían y al final estaríamos todos trabajando otra vez 15 horas (a no ser que estuviera perseguido y penalizado trabajar más :)).

Así que no sé cuál es la solución. Yo sólo digo que trato a diario personas que no son enfermas, sino personas que se ven obligadas a vivir situaciones enfermas, personas que tienen que elegir entre su trabajo o su salud. Tal vez es hora de parar y pensar lo que estamos haciendo y a dónde vamos.

Coda: Esto que voy a decir no es políticamente correcto, pero el jefe que maltrató a esta persona era una mujer. Cuando yo era joven oía muchas veces decir que si las mujeres mandaran el mundo sería mejor. Sin embargo, cada vez hay más mujeres mandando pero no veo claro el cambio que iban a aportar. Las mujeres en la política y en las empresas se han apuntado a los valores dominantes, dejándose los suyos por el camino, y no son más que la voz de su amo. Creo que no se trata de cambiar el sexo ( o el género) de los que mandan, sino los valores de todos.

@pitiklinov

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domingo, 15 de junio de 2014

Ilusiones y Salud Mental


¿No será la salud mental meramente una forma de locura que pasa desapercibida porque ocurre que es una buena adaptación a la realidad?
-George Vaillant

Con la verdad, uno no puede vivir. Para ser capaz de vivir, uno necesita ilusiones
-Otto Rank

Shelley E Taylor
Que el cerebro no ve la realidad como es, sino que tiene sesgos, ilusiones, es una idea bastante aceptada hoy en día. Las primeras en conocerse fueron las ilusiones perceptivas, las visuales, pero pronto se hizo evidente que existen también ilusiones psicológicas. Aquí hemos hablado del  realismo depresivo y del sesgo optimista en relación a este problema. Otra autora que llegó a conclusiones parecidas a las de Lionel Tiger o Tali Sharot es Shelley E. Taylor, psicóloga, que llegó a estas ideas, no desde la antropología o la biología evolucionista, sino desde la psicoterapia, y fue muy criticada cuando las planteó en su libro Positive Illusions. Creative Self-Deception and the Healthy Mind, del año 1983.

Cuando todavía era estudiante, Shelley estudió a personas que habían sido víctimas de desastres (catástrofes naturales, violaciones…) y al entrevistarlas meses después de la pérdida, o el trauma, la mayoría no había desarrollado enfermedades mentales. Así que, ya acabada la carrera, se dedicó a estudiar y entrevistar sistemáticamente a personas que vivían, o habían vivido, situaciones muy trágicas, como víctimas de violaciones, pacientes con cáncer, etc. El contacto con estas personas cambió la vida de Shelley para siempre. Pero, tras escuchar horas y horas de entrevistas, Taylor se dio cuenta de que emergía un curioso patrón de sus investigaciones. Muchas de las recuperaciones psicológicas contadas por estas víctimas se basaban en distorsiones de la realidad y de su situación. En particular, eran distorsiones optimistas, pero de un optimismo no realista, es decir, sin soporte en la realidad, como que un paciente de cáncer le decía, con total confianza, que no iba a volver a tener cáncer nunca más. Lo llamativo es que la gente con estas creencias optimistas de que podían controlar los sucesos traumáticos en el futuro estaban mejor ajustados a las circunstancias, no peor. Shelley llamó ilusiones a estas ficciones adaptativas.

En el libro, Taylor nos transmite ideas como que el ser humano, más que estar en contacto con la realidad, distorsiona la información entrante en un sentido positivo, que la mente humana está orientada hacia la salud mental y que construye los sucesos de la manera que promuevan ficciones benignas acerca del yo, el mundo y el futuro. Nos dice que la mente sana es la mente que se autoengaña, la que interpreta sucesos amenazantes de manera que aumenten la autoestima y promuevan la motivación. Que el pensamiento humano normal se distingue por un robusto sesgo positivo. Básicamente, que la gente necesita distorsionar la realidad parar poder ajustarse de forma exitosa.

Pero esta visión de la mente humana no era la predominante hace 30 años en Salud Mental, ni lo es todavía ahora. La visión estándar en Psicología y Psiquiatría es que la gente debe estar en contacto con la realidad para adaptarse exitosamente, y que son los enfermos los que están fuera de la realidad. El planteamiento de Taylor es un desafío en toda regla porque dice que las ilusiones ficticias son normales y que promueven la salud mental, en vez de destruirla. Ello le valió virulentas críticas, por supuesto. Pero a lo largo del libro nos va mostrando estudios y datos que apoyan la existencia de esta distorsión de la realidad (Sharot o Seligman han demostrado que Taylor tenía razón) y sus repercusiones positivas en la salud tanto física como mental.

Aunque Taylor no tiene nada de psicóloga evolucionista observa, al igual que Lionel Tiger, que las ilusiones positivas son extremadamente importantes y exageradas en la infancia y eso le lleva la conclusión de que el autoengaño es adaptativo en el sentido evolucionista, que es natural, cableado en nuestra mente de forma innata, y que forma parte de la naturaleza humana.

@pitiklinov

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sábado, 14 de junio de 2014

Memoria y Testamento Vital

El testamento vital o documento de voluntades anticipadas es un documento donde el individuo indica cuáles son sus preferencias en cuanto a la atención y cuidados médicos que quiere recibir en caso de que no estuviera consciente en el futuro, o no pudiera expresarse adecuadamente. Este documento tiene varios tipos de problemas y aquí voy a comentar algunos. Uno de estos problemas es si las decisiones médicas que tomó el individuo en su momento todavía reflejan sus preferencias actuales. Numerosos estudios han mostrado que mucha gente cambia sus preferencias en cuantos a las medidas de tratamiento que quiere recibir en los meses siguientes o dos años de realizar el testamento vital. Aunque podríamos suponer que si hay un cambio de preferencias la gente lo va a reflejar y va a actualizar su testamento vital, existe el peligro de que muchas personas no se den cuenta de que sus preferencias han cambiado y, por lo tanto, no vea necesidad de hacer cambios en el documento. 

La realidad es que la gente no se da cuenta del cambio de preferencias. En un estudio, realizado por Gready y cols., se preguntó a personas de 65 años de edad en adelante  que consideraran varios escenarios habituales (como una enfermedad de Alzheimer) y que manifestaran sus preferencias en cuanto a los tratamientos que deseaban recibir en caso necesario (por ejemplo si deseaban recibir antibióticos en caso de sufrir una neumonía). Dos años después se volvió a preguntar a estas personas y el 25% había cambiado de opinión, como de no querer tratamiento a sí quererlo. Pero esto no es lo más importante. Lo más llamativo es que el 80% de las veces estos sujetos no eran conscientes de que habían cambiado de opinión, ellos pensaban que la vez anterior habían tenido las mismas preferencias.

Como este estudio se había realizado en personas “mayores”, Sharman y cols (con Elisabeth F. Loftus, la experta en memoria) realizaron un par de estudios, con un diseño muy similar, pero uno de ellos en gente joven, y preguntando a los tutores o a las personas encargadas del sujeto, por este tipo de preferencias en cuanto a cuidados médicos. El plazo en el que se les volvió a preguntar fue al de un año. Los resultados a grandes rasgos son muy parecidos. Una cuarta parte de los sujetos cambian las preferencias, pero el 75% de los que han cambiado creen que sus presencias en el momento T2 ( un año después) son las mismas que en el momento T1 ( un año antes). También hubo falsos recuerdos de que sus preferencias habían cambiado, y no era cierto, pero esto era menos frecuente: 11%. Los tutores lo hicieron tocaría peor, un 86% pensaban que sus preferencias eran las mismas. 

Un hallazgo importante es que los jóvenes cambiaron de opinión en un 23% pero el 69% pensaban que no habían cambiado, un porcentaje parecido a las personas de edad, lo que nos indica que este problema no se debe al deterioro cognitivo asociado a la edad. Más parece un problema de cómo funciona nuestra memoria y nuestra mente. Estas distorsiones de la memoria tienen repercusiones legales porque aunque las guías bioéticas para el testamento vital dicen que hay que cambiar el testamento y actualizarlo, la realidad es que mucha gente no lo va a hacer. Estos autores recomiendan que los testamentos vitales se actualicen periódicamente, cada año o cada vez que ocurra un cambio importante en la salud del sujeto, porque lo que nos dijo hace un par de años puede ya no tener ningún valor. Otra medida podría ser chequear al ingresar, si el paciente todavía está en condiciones, todas sus presencias de nuevo para estar seguros, o incluso poner fechas de caducidad. 

Pero el problema de la memoria no es el único. Ya hemos tratado el tema de si realmente tenemos preferencias y de si existe un Yo único capaz de sustentar esas preferencias. Y ya hemos visto que esa idea tiene muchos problemas y que nuestras preferencias dependen en muchas ocasiones del entorno.

A todo esto podríamos añadir otro sesgo o trampa cognitiva, la llamada ilusión del fin de la historia (The end of history illusion), que consiste en creer que hemos cambiado mucho en el pasado pero que cambiaremos poco en el futuro. Creemos que el presente es el fin de la historia, que en nuestro presente actual no hemos convertido ya en la persona que vamos a ser el resto de nuestra vida (e incluso en la otra vida o en el cielo, para los que crean en él). Evidentemente, esto no es así y es muy importante conocer estos sesgos de la mente humana a la hora de tomar medidas legales.

@pitiklinov

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domingo, 8 de junio de 2014

Soluciones al problema de la Cinta de la Felicidad


El hombre es un animal plegable, un ser que se acostumbra a cualquier cosa
-Fedor Dostoyevsky

Es un hecho conocido desde la Antigüedad que el hombre es un animal que se acostumbra a todo, sea bueno o malo. Con tiempo somos capaces de adaptarnos a casi cualquier cosa. Una de esas adaptaciones es la adaptación hedónica, el proceso por el que nos adaptamos a la felicidad que nos produce comprar una casa, una relación de pareja, un nuevo trabajo o casi todo. Cuando nos compramos una casa, nos encanta la cocina, los suelos de cerámica, las vistas…pero al de unas semanas, o meses como mucho, ese efecto inicial se disipa y ya no nos da placer contemplar los suelos de cerámica, como al principio, ni miramos siquiera por la ventana. Lo mismo si nos compramos un coche o cualquier otro objeto. A este proceso de nivelación emocional lo llaman los anglosajones adaptación hedónica ,o hedonic treadmill, porque es como correr en una cinta de gimnasio para estar siempre en el mismo lugar. Al disiparse el placer de la compra anterior nos lanzamos a comprar nuevas cosas que estimulen nuestro circuito de recompensa y recuperar así la sensación de placer por un tiempo. Uno de los resultados de este proceso es el estilo de vida consumista que llevamos.

El proceso tiene un lado positivo y un lado negativo. Es negativo que las cosas buenas dejen de darnos placer, pero es positivo que las cosas malas dejen de producirnos dolor. Hay trabajos en sujetos que han ganado la lotería y en sujetos que se han quedado parapléjicos que ilustran estos dos extremos. Tras una subida o bajada inicial en su nivel de felicidad, ambos tipos de personas vuelven a su nivel de felicidad previo. Pero hay un problema añadido: que a la hora de tomar decisiones no somos capaces de predecir que nos vamos a adaptar, por lo menos no hasta el grado en que somos capaces de hacerlo. Si fuéramos capaces de anticipar ese nivel de adaptación tal vez tomaríamos otras decisiones, pero no lo somos. Por ejemplo, si preguntáramos a una pareja felizmente casada cómo se sentirían en caso de divorciarse, probablemente pensarían que un divorcio sería devastador en sus vidas. Pero, aunque un divorcio es ciertamente traumático, resulta, a menudo, menos devastador de lo anticipado. No estoy sugiriendo que no debiera preocuparnos romper una relación sino que hay muchas probabilidades de que sobrevivamos y salgamos adelante.

La conclusión de este efecto de la cinta de la felicidad es que a pesar de lo intensamente que sientas acerca de algo en el corto plazo, a largo plazo las cosas no te dejarán ni tan extasiado ni tan miserable como tú esperas. Muchos estudios confirman la realidad de este fenómeno así que debemos aceptar que forma parte de nuestro cableado, de la manera en que estamos diseñados. ¿Y qué podemos hacer? ¿Hay alguna solución para mejorar la parte que corresponde a la pérdida de placer y felicidad con el tiempo?

Pues una clave para cambiar este proceso de adaptación es interrumpirlo. Hay estudios que demuestran que tomar un descanso en medio de una experiencia agradable la refuerza, y tomar un respiro en medio de una experiencia negativa la empeora. Esto va un poco en contra de nuestra intuición. La mayoría de la gente cuando tiene que hacer una tarea desagradable, procura distraerse a ratos con otra cosa, dejarla y volverla a tomar, hacer una parte ahora y otra luego…Por contra, la experiencia agradable la disfrutamos de tirón. Pues bien, los estudios dicen que estamos equivocados: es mejor hacer las cosas buenas por partes  y las malas de tirón. Sufriremos menos si no partimos las experiencias negativas y disfrutaremos más si partimos las positivas. Leif Nelson y Tom Meyvis realizaron unos experimentos para comprobar esto. En uno de ellos se trataba de evaluar una experiencia negativa auditiva introduciendo un corte o no. Se le suponía un ruido por unos auriculares y a un grupo se les desactivaba el ruido y luego se les volvía a poner. La evaluación era de los últimos segundos en los que ambos grupos estaban recibiendo el ruido. ¿Cuál fue el resultado? Pues que la interrupción empeoró las cosas, no las mejoró. Al introducir el corte la adaptación desaparece y cuando te vuelven a poner el ruido es más molesto que antes. Sin embargo, todos hemos observado que, al de un rato de que hayan empezado a meter ruido en la calle, ya ni lo oímos. La clara moraleja de la historia es que los cortes disminuyen nuestra capacidad de adaptación haciendo que la experiencia sea peor cuando vuelves a ella. Por lo tanto, cuando te pongas a hacer la limpieza de la casa, o la declaración de la renta, el truco es que no lo dejes hasta que acabes.

En otro experimento, estos autores evaluaron el efecto de las interrupciones en las experiencias placenteras. Utilizaron para ello unos masajes en unas de esas sillas supercómodas y a unos se lo interrumpieron y a otros no. Al final de los masajes, los que habían recibido un corto masaje y se lo habían cortado, para continuar después,  disfrutaron mucho más de la experiencia y estaban dispuestos a pagar más por repetirlo que los que lo habían disfrutado de tirón.

¿Y cómo aplicamos esto al mundo real? Pues no es fácil…Dan Ariely nos propone que imaginemos el caso de una chica estudiante que ha vivido cuatro años en una habitación sin aire acondicionado, con un mobiliario horroroso y sin apenas espacio para ropa o libros. De repente, encuentra un trabajo un mes antes de graduarse y se va a trasladar a su primer apartamento. Antes, hace una lista de todas las cosas que necesita y que comprará para el piso, ¿cómo puede maximizar su felicidad a largo plazo? Una posibilidad es que utilice su primer sueldo (o que pida un crédito) para comprar todas las cosas de golpe y poner la casa a su gusto: la cama con espuma de astronauta, la tele plana más grande, el sofá más cómodo… Pero otra opción, la que recomienda Ariely, es comprar las cosas gradualmente: primero la cama…cuando te empiezas a aburrir de ella, la tele…luego el sofá…Según Ariely, la chica sería más feliz en un escenario de placeres intermitentes. El truco es enlentecer el proceso de adaptación, dosificar el placer.

En el caso de las desgracias o de experiencias negativas, justo lo contrario. Si tenemos que reducir el consumo o trasladarnos a un apartamento más pequeño, entonces lo mejor es hacer todos los recortes de golpe: fuera la televisión por cable, fuera el café caro de Colombia que nos encanta, y todas las cosas que no nos podemos permitir. El dolor inicial será mayor, pero nos adaptaremos. Si nos vamos privando de cosas una tras otra, la agonía sería mayor.

De la misma manera, deberíamos cambiar nuestras preferencias desde inversiones en productos y servicios que producen un flujo constante de experiencias hacia productos o situaciones que son temporales o intermitentes. Por ejemplo, un equipo estéreo, o el mobiliario, son experiencias constantes, y es muy fácil adaptarse a ellas. Por contra, una escapada de dos días, un curso de submarinismo, o un concierto, son experiencias transitorias y no es tan fácil adaptarse a ellas. No se trata de que vendamos el sofá y vayamos a hacer submarinismo sino de que entendamos qué tipo de experiencias son más susceptibles de producir adaptación. Otra opción es que intentes introducir impredicibilidad en tu vida. Todos tenemos tendencia hacia lo seguro y predecible pero deberíamos tomar riesgos y probar cosas nuevas.

La lección final es que no todas las experiencias conducen al mismo nivel de adaptación y que no todas las personas responden a la adaptación de la misma manera. El consejo de Ariely es que exploremos nuestro patrón individual y aprendamos qué es lo que dispara nuestra adaptación y qué no. No sé si estos consejos nos van a servir de mucho, pero me temo que no hay mucho más, estamos hemos hechos como estamos hechos.

@pitiklinov

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viernes, 6 de junio de 2014

Los niños y el origen de la Moralidad

(Publicado originalmente en la Nueva Ilustración Evolucionista el 06-04-2014)

Paul Bloom
Paul Bloom (aquí tienes la entrevista que le hicimos) es un psicólogo del desarrollo que trabaja sobre todo con niños en colaboración con  su mujer Karen Wyn, también psicóloga infantil. En su último libro, Just Babies. The origins of Good and Evil, Bloom estudia la moralidad infantil y nos demuestra que los niños no son tablas rasas morales, sino que vienen al mundo con una moralidad ya cableada, aunque sea de forma rudimentaria. Tal vez, muchos de nosotros damos por hecho que los niños son egoístas por naturaleza y que el papel de la sociedad, y especialmente de los padres, es transformarlos de pequeños psicópatas en seres civilizados. Pero esa no es la realidad.

Lo que la psicología del desarrollo , apoyada por la biología evolucionista y al antropología cultural, nos enseña es que muchos aspectos de la moralidad son naturales en nosotros. Algunos de ellos son:
  • Un sentido moral, una capacidad para distinguir entre buenas y malas acciones
  • Empatía y Compasión, es decir, sufrir con la pena de los que les rodean e intentar hacer algo para que esa pena desaparezca. 
  • un sentido rudimentario de la imparcialidad y la igualdad, una tendencia a favorecer repartos equitativos de los recursos
  • un rudimentario sentido de la justicia, un deseo de que se recompensen las buenas acciones y de que se castiguen las malas acciones.

Muchos de estos experimentos, que no voy a describir en detalle, se realizan con bebés de meses, mucho antes de que sepan andar o hablar. Se les muestra, por ejemplo, escenas, o vídeos, donde una figura geométrica intenta subir por una cuesta y otras figuras le ayudan o le obstruyen en su camino. Luego se mira a ver qué figuras prefieren los niños y se ve que son las que intentan ayudar (las buenas) y no las que obstaculizan (las malas). Los niños intentan también ayudar espontáneamente a adultos que lo necesitan y lloran también cuando otros niños lloran (sobre todo las niñas). También instintivamente favorecen un reparto equitativo de recursos y muestran aversión a la desigualdad (al igual que monos o perros), y son muy sensibles a la comparación social. Por ejemplo, prefieren un reparto 1/1 de fichas a un reparto 2/3. Es decir, prefieren recibir sólo una ficha y que otro niño reciba también una, antes que recibir dos fichas, pero que el otro niño reciba 3.

Todos estos hallazgos coinciden con los resultados de investigaciones en chimpancés y en adultos, pero Bloom se distancia del punto de vista más en moda actualmente, que es el de considerar que la moralidad del adulto se basa sobre todo en sentimientos instintivos, o en sesgos inconscientes. Esa visión es la de Jonathan Haidt, y Bloom la rechaza explícitamente, así como las ideas del filósofo David Hume, (la razón es la esclava de las pasiones) mostrándose a mi modo de ver totalmente Kantiano, desde el punto de vista filosófico. Concede que Hume (y Haidt) tienen parte de razón, porque sin esa chispa instintiva moral no podríamos ser seres morales. Concede que muchos de nuestros razonamientos morales son instintivos (cita el famoso ejemplo de Haidt de los dos hermanos que cometen incesto) y no son el resultado de la razón, pero concluye que todo eso no muestra que la razón sea irrelevante. Sí podemos justificar con la razón muchas otras intuiciones morales como que no hay que conducir borrachos, y las podemos justificar en base al daño que podemos producir en otras personas.

Para Bloom la teoría correcta de nuestras vidas morales tiene dos partes. Empieza con lo que traemos de fábrica al nacer, que es sorprendentemente rico: los niños son animales morales equipados por la evolución con empatía y compasión, la capacidad de juzgar las acciones de los otros e incluso un sentido rudimentario de la igualdad y la justicia. Pero somos más que niños. Una parte crítica de nuestra moralidad- gran parte de lo que nos hace humanos- emerge en el curso de la historia humana y del desarrollo individual. Es producto de nuestra compasión, nuestra inteligencia, nuestra imaginación y de nuestra capacidad de razonar. Esta capacidad de razonamiento es la misma que utilizamos para desarrollar teoría científicas o resolver problemas prácticos. Según Bloom, esta capacidad de razonar es la que ha impulsado el progreso moral a lo largo de la historia: lo mismo que hemos usado la razón para realizar descubrimientos científicos, como la existencia de los dinosaurios, de los electrones, o de los gérmenes, la hemos usado también para  realizar nuestros descubrimientos morales, como la maldad de la esclavitud.

Personalmente, me siento muy escéptico con respecto a la importancia que Paul Bloom da a la razón. Acepto que hay que complementar la moralidad innata con la cultura y la razón. Pero, si tan racionales somos, ya deberíamos habernos puesto de acuerdo, por ejemplo, en si el aborto está bien o está mal…habríamos usado nuestra poderosa razón y habríamos llegado a una conclusión evidente para todo el mundo (a no ser que creamos que la mitad de la población es irracional, la que no piensa como nosotros, claro). Esta posición, aunque Bloom no lo dice con estas palabras en su libro, sugiere también que es posible una ciencia de la moral. Según el planteamiento de Bloom, podemos concluir que la razón y la ciencia nos resolverán todos los dilemas morales…, y debería llevarnos a un moral universal, de la misma manera que tenemos una ciencia universal, y no una ciencia cristiana, musulmana, belga o italiana. Creo que todo esto no es tan evidente.

Otra objeción sería si realmente descubrimientos morales como la abolición de la esclavitud llegó por un proceso puramente racional. El mismo Bloom utilizando el ejemplo de dar propinas plantea que lo hacemos por costumbre, que no razonamos todas nuestras conductas morales y que las copiamos del entorno, sin elaboración propia. Pero concedamos que alguien hizo al principio el proceso racional de pensar que era bueno dar propina para que los camareros completaran un sueldo digno. Concedamos también que alguien usó la razón y pensó que la esclavitud estaba mal moralmente. ¿Pero nadie pensó que la esclavitud estaba mal hasta el siglo XVIII? ¿Y si alguien pensó antes, pongamos en tiempos de Jesucristo, que la esclavitud estaba mal, por qué no cambió la sociedad y abandonó la esclavitud? ¿Por qué esas ideas no se extendieron lo suficiente y no cambiaron la opinión de la gente? ¿ Y entonces, por qué en el siglo XVIII sí se extendieron y cambiaron los pensamientos de la gente? ¿Es posible que ciertos razonamientos no aparezcan hasta determinadas épocas? ¿Es posible que todavía no se nos haya ocurrido el pensamiento que solucione el tema del aborto? ¿Pero entonces de qué nos sirve la razón si tenemos que esperar a que aparezca en determinada época? ¿Y si la solución a problemas que ahora tenemos, como el aborto, se encuentra en razonamientos que se nos puedan ocurrir en el futuro, dónde nos deja esto? Necesitamos la razón y la necesitamos ya. A mi modo de ver, en los cambios de conducta de la gente (incluidos los que afectan a la moral) intervienen mucho factores, la razón puede ser uno de ellos, pero, probablemente, no es el más importante.

@pitiklinov

puedes seguir a Paul Bloom en Twitter: @paulbloomatyale

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