martes, 1 de marzo de 2011

Evolución y Menstruación

He leído recientemente en el libro de Christopher Badcock "Evolutionary Psychology. A critical introduction" una explicación de la menstruación basada en el fenómeno de la impronta genética y el conflicto padres-hijos y más en concreto en los conflictos genéticos del embarazo humano, teorías desarrolladas principalmente por Haig (1993) que es verdaderamente flipante como todo lo relacionado con el genomic imprinting.
La placenta es genéticamente parte del feto, no de la madre, y se desarrolla a partir del huevo fertilizado. Es un lugar donde se expresan genes paternos ya que la placenta es un órgano diseñado para extraer recursos de la madre. Es muy interesante que los fetos humanos anormales triploides con un juego doble de cromosomas paternos y un juego normal materno tienen un crecimiento normal ( a excepción de la cabeza) y muestran una gran placenta. Los fetos con un doble juego materno y uno paterno son muy pequeños ( a excepción de la cabeza que es grande) y tienen placentas pequeñas. Por último, los fetos anormales con un doble juego paterno y sin ningún juego materno dan lugar a una masiva proliferación de la placenta sin que exista un verdadero feto en el interior. Por otro lado, la placenta humana es la más invasiva de todas las placentas y en algunos casos puede perforar el útero y ocasionar la muerte de la madre. Por medio de ella, el feto tiene acceso directo a la sangre de la madre pero además la madre no puede regular el flujo de nutrientes a la placenta sin afectar al resto de sus propios tejidos, es decir, si se disminuye el flujo de sangre a la placenta lo disminuye al resto de su organismo. Se ha comprobado también que las madres anémicas tienen placentas más gruesas que las no anémicas y esto sugiere que la placenta puede responder activamente a los déficits de nutrientes en la provisión de la madre.
Por lo tanto, la placenta humana es un protagonista activo del embarazo y puede ser atacada por células maternas del útero similares a las células killer del sistema inmune. La función de estas células es limitar la extensión de la placenta, la invasión de los tejidos maternos, para reducir así el acceso del feto a sus recursos. Parece también que células que se originan en la placenta dilatan las arterias maternas destruyendo sus paredes y debilitándolas de manera que se distienden y forman sacos aumentando así el aporte de sangre a las cavidades que la placenta excava para recibirla. Finos capilares rellenan estos espacios y se encargan de absorber los nutrientes y de depositar los residuos.
Y aquí es donde intervendría otra línea defensiva de la madre, que sería la menstruación. Es tan agresivo el ataque montado por la placenta al principio del embarazo que podría explicar el abundante sangrado característico de nuestra especie. Cada más las paredes del útero se engrosan (doblando su tamaño) y se llenan de arterias en espiral que van aumentando de tamaño. Este alargamiento reduce la presión de la sangre que fluye a través de estas arterias lo que funciona como una contramedida para combatir las actividades de las células fetales dirigidas a aumentar el aporte de sangre. Tanto es así que si no se produce implantación la presión en estas arterias cae hasta el punto de que se produce una necrosis y eliminación de tejidos con la menstruación. Podemos contemplar estas arterias espirales y otros cambios que también ocurren en el útero como trampas para tanques diseñadas para impedir el ataque enemigo.
Aunque la pérdida de sangre no es muy grande se puede afirmar que la menstruación sí que es muy costosa en términos de la energía necesaria para mantenerla. El aumento de la tasa metabólica en la mujer que ocurre durante el ciclo menstrual sería equivalente a la alimentación de seis días en sólo cuatro ciclos y un año de amenorrea ahorraría a la mujer dos semanas de sus necesidades totales de energía (Strassman, 1996). Resumiendo, parece que la mesntruación sería el precio que tiene que pagar la mujer para defenderse de las agresivas placentas construidas por los genes paternos. La menstruación sería un síntoma del conflicto entre la madre y los genes paternos del potencial feto, un conflicto que es visible incluso antes de que el embarazo comience. El lector interesado puede ampliar estas ideas en Gosden y cols.,1999 y Haig,1999.

Gosden RB et al (1999). Evolutionary interpretations of the diversity of reproductive health and disease. In Evolution in Health and Disease, ed.S.C. Stearns, Oxford:Oxford UNiversity Press
Haig D (1993). Genetic conflicts in human pregnancy. Q Rev Biol; 68: 495-532.
Haig D (1999). Genetic conflicts of pregnancy and childhood. In Evolution in Health and Disease, ed. S.C. Stearns, Oxford:Oxford University Press
Strassmann BI (1996). The evolution of endometrial cycles and menstruation. Quarterly Review of Biology 71(2):181-220

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