sábado, 2 de agosto de 2014

Latrinalia

Colaboración de Juan Medrano

Nick Haslam
Nick Haslam, profesor de Psicología en Melbourne, Australia, publicó en 2012 un curioso volumen, titulado “Psychology in the Bathroom” en el que estudia los fenómenos psicológicos relacionados con las funciones y actuaciones que tienen lugar en esos lugares a los que eufemísticamente se denomina cuartos de baño. De hecho, aunque es justo reconocer que no está fuera de lugar llamar cuarto de baño a los habitáculos que, especialmente en los hogares, están destinados al aseo y al (efectivamente) baño, lo que a Haslam (precisamente) le interesa en su obra son en realidad las actividades de eliminación que se ejecutan en esos espacios y que se reconocen (más fácilmente) si los denominamos con términos más directos como excusado, la letrina, el retrete, el wáter, el WC; no sé si me explico.

A lo largo de su obra, Haslam analiza cuestiones tan relevantes como el colon irritable, lo que llama “vejiga nerviosa”, la flatulencia, la personalidad anal, la coprolalia o la trascendente cuestión de si en el retrete debe dejarse levantada o bajada, no la tapa (que parece no estar incorporada al citado trono en Australia), sino el asiento supletorio intermedio, cuestión que analiza con detalle, aportando sólidos argumentos estadístico – utilitaristas, pero también sociológicos y éticos, en lo que podría ser un buen ejemplo de parodia de un artículo científico.
  
Nos detendremos en un capítulo que atinadamente dedica el autor a los llamados graffiti de retrete, es decir, a la producción gráfica, a veces escrita, a veces plástica, que caracteriza a estos lugares. El término técnico para denominarlos, por cierto, es el de latrinalia, acuñado hace cerca de 50 años por Dundes y que da título a una obra de Bill Foehring que recopila y muestra toda una selección de producción latrinálica esencialmente plástica. 
La obra de Bill Foehring

Los graffiti de excusado, según muestra Haslam, no son un fenómeno reciente, ya que existen indicios de su existencia nada menos que en la antigüedad romana. Vestigios más recientes demuestran su existencia en el XVIII inglés, de lo cual nos da prueba Haslam con un sentido graffiti en verso. Pero desconocemos cómo se distribuían en aquel entonces los locales en los que se produce y expone la latrinalia. En nuestros días, Haslam nos recuerda, estos cubículos tienen dos características muy notables. La primera es que son espacios en los que se desarrollan actividades de naturaleza tabú desde el punto de vista del respeto y la convivencia sociales, y se desarrollan, además, en privado. La segunda es que están por lo general claramente segregados por sexo (perdón: género). De lo uno y de lo otro se sigue que pueden facilitar la expresión de contenidos que no se escribirían o dibujarían en cualquier otra pared.
 
Latrinalia añeja con alusiones a la guerra de Vietnam, Nixon y el símbolo de Haz el amor y no la guerra


Sobre esos contenidos existe un cierto cuerpo científico del que Haslam nos ofrece una visión global. Si bien es cierto que en los últimos años su producción ha caído en picado, según nos señala nuestro autor, la latrinología tuvo su época dorada en los años 70 y 80 del pasado siglo. Gracias a las aportaciones de estudiosos en la materia es posible construir una taxonomía temática, que abarca cuestiones muy diversas. En primer lugar, la temática sexual (desde expresiones puramente descriptivas hasta alardes de potencia, virilidad o dimensiones, pasando por búsquedas de contacto homosexual), a la que sigue la amorosa (entendiendo como tal la romántica: declaraciones de amor, petición de consejo u opinión sobre un problema con la pareja o cómo seducir a una persona de la que se está enamorada, algo, por lo visto, muy común en excusados femeninos). Otros temas son el insulto puro y duro (racista, sexista, machista), la política, el humor, la autorreferencia, es decir, el graffiti que alude al propio hecho de latrinalear, lo que incluye cadenas en que una primera anotación da pie a respuestas o comentarios. Finalmente, se distinguen graffiti de contenido puramente escatológico que, nos aclara Haslam, “se inspiran en los procesos y productos de la eliminación”. Existen además variantes que combinan las clases previamente descritas; esto es: pueden existir, por ejemplo, graffiti insultantes de contenido político.
 
Latrinalia que combina las variantes autorreferencial y sexual


Uno de los dogmas clásicos de la latrinología es la clara diferencia entre los contenidos de los graffiti de los excusados masculinos y femeninos. Los primeros, asegura un amplio cuerpo doctrinal y empírico, son más directos, soeces, humorísticos y demandan contactos sexuales tanto hetero como homosexuales. Los femeninos son, en cambio, menos expresivos, se centran en el amor, que no en el sexo, e inician a veces auténticos consultorios sobre problemas personales. Los graffiti femeninos son, por tanto, más relacionales que pura expresión (ya se sabe, dicho sea de paso, que el cuarto de baño femenino suele ser un lugar de encuentro, al que las mujeres acostumbran a ir en grupo). La tradición latrinológica sostiene también que las mujeres son mucho menos productivas y que los grafitis de los excusados femeninos son “escasos y carentes de imaginación”. La creatividad, por lo que se ve, es un atributo masculino, en materia latrinológica.



Sin embargo, hallazgos más recientes cuestionan mucho este estereotipo, en la medida que la producción latrinológica bruta de los excusados femeninos parece estar alcanzando en incluso superando a la de los masculinos, en tanto que sus contenidos están empezando a coincidir con los clásicamente asociados a wáteres de caballeros.

La latrinalia, como fenómeno, no solo ha dado lugar a aportaciones descriptivas, sino que también ha generado interesantes teorías explicativas. Una lectura directa y superficial nos permite invocar elementos como la intimidad del espacio, la actividad tabú allí desarrollada y la segregación sexual socialmente impuesta en la mayor parte de los wáteres, para razonar que los cuartos de baño favorecen la expresión de contenidos suprimidos y reprimidos.



La contribución de la escuela psicoanalítica es, como cabía esperar, la más rica y matizada. Habría que hacer una especial mención a las teorías de Alan Dundes (1934-2005), aunque solo sea como reconocimiento al hecho de que fue quien creó el término latrinalia. Para este autor, autor de un seminal trabajo sobre la materia, existe un aspecto erótico anal claramente diferenciado en los graffitis de retrete que puede asimilarse al hecho de pintar o manchar con las heces (esto, por cierto, y por si a quien lea esto le aparece en algún crucigrama, se llama escatolia). Las groserías escritas en el excusado son el equivalente simbólico de los excrementos, y al plasmarlas sus autores dan rienda suelta a impulsos infantiles hacia los desechos corporales que habitualmente se mantienen a raya en la edad adulta gracias a la sublimación. Dundes va más allá y sugiere que esta dinámica anal puede explicar la mayor tendencia de los varones a desarrollar comportamientos latrinálicos (líneas arriba hemos puesto en cuestión que los varones sean más productivos que las mujeres, pero es que Dundes publicó su teoría en 1966, una época en la que los graffiti de retrete eran una actividad preponderantemente masculina, al menos en los EEUU). Según nos recuerda este autor, los hombres envidian inconscientemente a las mujeres por su capacidad de dar a la luz y consideran (es de imaginar que también inconscientemente) que la defecación es una alternativa. En la medida en que las mujeres no la precisan, no necesitan embarcarse en “actividades sustitutorias fecales” como la pintura, la escultura, tocar instrumentos de viento o, y aquí está el quid de la cuestión, pintarrajear en las paredes y puertas de los wáteres públicos.

El seminal trabajo de Dundes

Como decíamos anteriormente, el interés por la latrinalia ha decaído mucho, según nos dice Haslam. Al interés científico, quiere decirse, porque no parece que la gente haya dejado de escribir y pintar en los excusados, como puede verse en las ilustraciones acompañantes. Nuestro autor de referencia propone varias explicaciones. Algunos contenidos secretos y tabús de los graffiti de hace 40 o 50 años se exponen hoy en día sin ningún recato, en forma de páginas de contactos, o simplemente anuncios en la prensa. Por otra parte, la sociedad es en nuestros días más tolerante con la expresión de ideas, opciones o tendencias sexuales, que pueden así abandonar espacios secretos y reservados (en todos los sentidos del término). Finalmente, Internet y las redes sociales son un vehículo idóneo para los comentarios, chistes, ocurrencias o cadenas que caracterizan a la latrinalia. Y seguramente, es más sencillo para los investigadores sondear esos contenidos desde su ordenador que ir recolectando muestras de graffiti por los excusados públicos.

Latrinalia artística, puramente plástica, en la el ojo bien entrenado podrá apreciar contenidos sexuales y escatológicos

Sea como fuere, la latrinalia, es una expresión humana más, y por ese motivo, al margen de sus peculiaridades y connotaciones, es una vía para profundizar en el conocimiento de esa especie de primate tan peculiar que es la nuestra. ¿Alguien se anima a iniciar la escuela española de latrinología?

Fuentes:
Dundes A. Here I sit: A study of American latrinalia. Kroeber Anthropological Society Papers 1966; 34: 91-105
Haslam N. Psychology in the Barthroom.  London: Palgrave Macmillan, 2010.


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