sábado, 26 de mayo de 2018

Las creencias falsas como dispositivos de compromiso con el grupo


Zhao Gao fue un poderoso hombre ávido de más poder. Un día llevó un ciervo a una reunión con el emperador y muchos oficiales del más ato rango, llamando al ciervo un “gran caballo”. El emperador, que consideraba a Zhao Galo como un maestro confió en él completamente y estuvo de acuerdo en que era un caballo, y muchos oficiales también. Otros, sin embargo, se callaron u objetaron. Así fue como Zhao Gao depuró a sus enemigos. Poco después, asesinó a todos los oficiales que rehusaron llamar caballo al ciervo.


En un mundo en el que unos grupos compiten con otros grupos es lógico esperar que los grupos compitan por conseguir miembros. De la misma manera, también es de esperar que los individuos compitan por la pertenencia a los grupos más grandes y unidos. En el contexto de esta competición, la capacidad de señalar que uno no puede cambiar de grupo puede ser una ventaja estratégica porque los miembros de los grupos preferirán tener aliados leales que gente que puede cambiar de grupo y abandonarlo si las condiciones cambian. Esta idea explica por qué los miembros de ciertos grupos usan cicatrices y marcas más o menos permanentes en el cuerpo para señalar su pertenencia. En la medida en que estas marcas corporales hacen difícil unirse a los grupos rivales sirven muy bien para señalar el compromiso del sujeto con el grupo. Es posible que el apoyo público a ciertos tipos de creencias tenga el mismo efecto que estas marcas. En concreto, mantener determinados tipos de creencias, puede hacer que sólo sea posible la pertenencia a un grupo. Robert Kurzban y  John Christner proponen en un artículo que este planteamiento sirve para explicar la creencia en seres/fenómenos sobrenaturales aunque el mecanismo es aplicable a ciertas creencias falsas en general. Vamos a ver en resumen sus argumentos.

En principio, las creencias verdaderas son útiles y las creencias falsas no deberían serlo. Actuar en base a una creencia que no captura algo real acerca del mundo puede llevarnos a malos resultados. Por ejemplo, si tengo una creencia falsa acerca de lo que puedo comer y actúo en base a ella puedo acabar envenenado o intoxicado. En base a ello, uno podría esperar que las mentes humanas (si no existe alguna fuerza selectiva por alguna razón) deberían estar diseñadas para resistir adoptar falsas creencias. Pero hay razones evolucionistas para que esto no sea así. Una primera excepción se refiere por ejemplo a decisiones binarias del tipo escapar o no escapar de una situación cuyo ejemplo más famoso es si escapamos o no cuando oímos un ruido o vemos un movimiento en el bosque. El coste de este tipo de decisiones es asimétrico en el sentido de que el coste de estar equivocado es mucho mayor en los falsos negativos que en los falsos positivos: si yo creo que no hay un tigre tras los matorrales y sí lo hay, estoy muerto mientras que si no lo hay cuando pienso que sí me va a generar un susto pero viviré para contarlo. Esto hace que la mente humana, al igual que los detectores de humo, estén diseñados para estar sesgados o dar preferencia a creencias erróneas, a creer cosas que no son reales porque el diseño de la mente humana se va a inclinar por una tendencia a mantener errores que pueden favorecer la supervivencia.

Existe otro mecanismo selectivo que puede contrarrestar la tendencia que en principio la naturaleza debería tener a evitar la creencia en cosas falsas: que una creencia tenga ventajas sociales. Es decir, si una creencia errónea puede hacer que el individuo tenga un mejor estatus social en su grupo y un mayor prestigio, las ventajas que se derivan de ello pueden compensar los inconvenientes de mantener una creencia errónea. Si mi creencia errónea va a alterar la conducta de los demás hacia mí de una forma ventajosa, evidentemente me compensa tenerla. Como veíamos hace un par de entradas, la conducta de los demás en un animal ultrasocial como nosotros es un recurso, lo mismo que la comida el agua o el territorio, y me puede reportar considerables beneficios.

Es relativamente sorprendente la facilidad con la que los humanos tienen creencias en lo sobrenatural, en cosas que de entrada deberíamos pensar que son falsas. Y no sólo es que los seres humanos estén predispuestos a tenerlas sino que están hasta deseosos de hacerlo. Y eso que estas creencias tienen un coste: perder tiempo rezando, construir monumentos a dioses inexistentes, sacrificar animales a dioses en lugar de comérselos, realizar rituales complicados, etc. Así que la pregunta sería: ¿por qué son las creencias en lo sobrenatural tan frecuentes en los seres humanos?

Sin entrar en todos los detalles, los estudiosos han dado dos tipos de razones  para las creencias sobrenaturales. La primera explicación es que son un subproducto de mecanismos diseñados para otra cosa, es decir, la capacidad humana de creer en lo sobrenatural sería un efecto secundario de algo que sí ha sido seleccionado por la selección natural, de la misma manera que el color blanco de los huesos es un efecto secundario de la selección del calcio como elemento para darles consistencia y resistencia. Lo vemos mejor con un ejemplo como la creencia en fantasmas. Por un lado, los fantasmas son personas, o tienen muchas características de las personas, (se mueven, tienen intenciones, etc.) pero a la vez hacen cosas que violan las expectativas acerca de lo que hacen las personas (por ejemplo, atravesar paredes o cosas de ese tipo). Estas violaciones de las expectativas llaman poderosamente la atención y tienden a fijarse en nuestra mente. Es decir, la creencia en fantasmas sería un subproducto de mecanismos de computación de nuestra mente diseñada para hacer inferencias y para centrar la atención en cosas que desafían nuestras expectativas. Kurzban y Christner critican esta explicación porque consideran que explica mejor que se recuerden estas creencias pero no que se mantengan en primera instancia. 

El segundo tipo de argumentos es la visión adaptacionista, es decir, que los mecanismos para creer en cosas sobrenaturales han sido seleccionados directamente porque tienen ventajas. Por ejemplo, creer en un dios que castiga las malas acciones tendría ventajas porque evitaría cometer actos egoístas que habrían llevado a ser castigados por los miembros del grupo. Por ello, los individuos con creencias sobrenaturales acabarían desplazando a los que no las tengan. Un argumento adaptacionista de otro tipo tiene que ver con la emisión de señales a los demás. En el contexto de la religión, el sujeto que soporta los costes impuestos por la religión (daño físico como circuncisión u otros rituales, hacer ayuno, etc.) está mandando señales a los demás de su calidad como el pavo real las manda por medio de su cola. Pero estos argumentos, según Kurzban y Christner, tienen también problemas porque asumir unos costes para entrar en un grupo no quiere decir que el sujeto no puede abandonar el grupo más adelante. Muchos de estos costes se imponen mientas el individuo está en el grupo y se podrían asumir pero luego, a pesar de ello, abandonar el grupo.

Así que Kurzban y Christner creen que hay que buscar explicaciones alternativas y proponen la suya, que las creencias en lo sobrenatural son dispositivos para el compromiso. Ellos parten de la premisa de que la historia humana se ha caracterizado por un baile de alianzas, una creación y ruptura continua de las mismas. Esto no quiere decir que no hayan existido alianzas estables, como las basadas en parentesco, pero basta con la idea de que ha habido volatilidad en las alianzas. También asumen que pertenecer a una alianza es un beneficio y que no ser miembro es un coste. Los individuos que no pertenecen a un grupo estarían expuestos a la explotación al no tener quién les defienda. Un dato que apoya esto es que los humanos derivamos placer de la pertenencia a grupos y dolor cuando somos excluidos de ellos lo que indica que hay sistemas motivacionales trabajando para que nos incluyamos en grupos y evitemos quedarnos fuera (la visión de la autoestima como un sociómetro va en esta línea).

Dadas estas premisas, un parámetro clave que un grupo examinaría a la hora de aceptar un miembro sería su probabilidad de cambiar de bando si es que las cosas se ponen feas o si aparecen oportunidades mejores en otros grupos. Esto sugiere que la capacidad para señalar que uno no quiere -o mejor aún: que uno no puede- cambiar de bando sería muy beneficioso para el individuo porque le haría más valioso para el grupo. Esta idea es un caso específico de un fenómeno más general que consiste en que disminuir las opciones de las que uno mismo dispone puede ser una ventaja siempre que se señale este hecho a los demás (el dilema del secuestrador de Schelling). Como decía al inicio, las marcas, cicatrices o tatuajes corporales cumplen esta función porque es menos probable que el grupo rival acepte a alguien con marcas del grupo enemigo en su seno.

Las creencias son diferentes a las marcas corporales pero Kurzban y Christner dicen que pueden cumplir la misma función. Para empezar, las creencias son invisibles y, en teoría, se pueden cambiar pero generar una creencia en la cabeza de la otra persona puede dar lugar a un compromiso. Poníamos un ejemplo de ello en esta entrada sobre las ideas de Robert Frank. Si Albert le cuenta a Bob una información que podría ser desastrosa para él si se conoce (por ejemplo, que mató a una persona), Alfred está asegurándole a Bob que no le va a traicionar porque entonces Bob podría ir a la policía a contarlo. Es decir, transmitir ciertos tipos de información a los demás (por ejemplo información que nos hace vulnerables) puede aumentar la probabilidad de que piensen que uno va a seguir siendo un aliado. 

Pero vamos por fin al meollo de la postura de Kurzban y Christner. Pascal Boyer dice que hay creencias que hacen imposible la pertenencia de alguien a un grupo. Fijaos en las tres afirmaciones siguientes:

1- Colón descubrió América en 1215
2- La Tierra es plana
3- Me gusta comer mis propias heces.

Mantener las creencias 1 y 2 actualmente pueden dar lugar a una evaluación negativa. En general, la gente preferiría miembros en su grupo que no tengan estas creencias. Sin embargo, aunque conociéramos que alguien las mantiene no conduciría probablemente a la exclusión social. Sin embargo, la creencia 3 es muy diferente, la evaluación negativa que suscita es mucho mayor y hace al sujeto que la mantenga incapaz de pertenecer a un grupo, porque nadie le aceptaría. Por lo tanto, para solucionar el problema del compromiso lo que se necesita es mantener una creencia que haga al sujeto incapaz de pertenecer a todos los grupos excepto al grupo al que quiere señalar su lealtad. Muchos grupos religiosos tienen éxito porque las creencias que les hacen distintos son creencias que provocan el ridículo, el aislamiento o la persecución. Con esas creencias no se puede ir a ningún sitio, no se puede salir del grupo. Casi podríamos decir que lo raro de muchas creencias se debe precisamente a este mecanismo. Como creencias más normales o menos extremas las pueden tener otros grupos religiosos, hay que derivar a creencias cada vez más extrañas para poder diferenciarse. 

En definitiva, las creencias que impiden que los sujetos pertenezcan a otros grupos son valiosas como señales de compromiso. Muchas creencia sobrenaturales pueden hacer pensar a los que no las comparten que esa persona tiene un trastorno mental. Si las creencias en lo sobrenatural pueden funcionar como marcas de pertenencia entonces sería posible que existan mecanismos de selección para generar y mantener creencias sobrenaturales. Kurzban y Christner se centran en creencias de tipo religioso pero creo que el mecanismo es aplicable a otras creencias no religiosas, creencias conspiranoicas o de otro tipo pueden igualmente señalar el compromiso con cierto grupo.

En este sentido, es muy interesante que los mayores odios se dan entre grupos religiosos relativamente próximos. Uno podría pensar que un grupo  católico sería fieramente antagónico a un grupo hindú pero la historia nos dice que los mayores derramamientos de sangre se han producido por luchas entre sectas o grupos que diferían sólo en un puñado de creencias. Esto puede tener la explicación de que compiten por el mismo mercado pero es congruente con esta explicación de que las creencias están diseñadas para señalar el compromiso con el grupo.

Resumiendo, los mecanismos para dar lugar a creencias sobrenaturales que hacen que su portador sea temido y odiado por otros grupos que no comparten sus creencias están funcionando de la manera para la que han sido diseñados y no son un error de diseño. 

@pitiklinov

Referencia:





3 comentarios:

idea21 dijo...

Un ejemplo famoso son los "Testigos de Jehova", pertenecer a esta congregación conlleva numerosos sacrificios, como aprenderse la Biblia de memoria, dedicarse a la predicación constante, gastarse dinero, oponerse al servicio militar y no acpetar donaciones de sangre. Pero de ahí toman su fuerza: los sacrificios los vinculan entre sí, los fuerzan inconscientes a creer que algo que cuesta tanto por fuerza ha de merecer la pena y, sobre todo, los enfrentan a la comunidad exterior, lo que los impulsa a unirse más entre ellos.

Por el contrario, una congregación como los cuáqueros, con su tolerancia, su benevolencia y su apertura de mente resulta tan fácil de seguir (basta con creer en Dios y ser bueno) que hoy por hoy está casi extinguida. Culturalmente no ha sido malo, pues ha influido indirectamente y positivamente en la formación de la sociedad liberal, pero la congregación como tal, tiene una importancia insignificante.

Otro caso interesante es el que menciona Robert Cialdini en su libro "Influencia" acerca de una secta apocalíptica

"Al darse cuenta de que las predicciones de la nave espacial y la inundación [que arrasaría el planeta] estaban equivocadas (…) podría resultar [de ello que] todo el sistema de creencias en el cual descansaba la comunidad de creyentes lo estaría también.(…) Para aquellos que estaban esperando, esa posibilidad debía haber parecido odiosa. Los miembros de la secta habían ido demasiado lejos, renunciado a demasiadas cosas para ver sus creencias destruidas; la vergüenza, el coste económico, la burla serían demasiado grandes para soportarlas. (…) Puesto que la única forma aceptable de verdad había sido cercenada por la prueba física, solo había una salida para el grupo. Había de establecerse otro tipo de prueba para la validez de sus creencias: la prueba social (…) Era necesario arriesgar la burla y desprecio de los no creyentes porque los esfuerzos en publicidad y reclutamiento proporcionaban la única esperanza que quedaba"

http://unpocodesabiduria21.blogspot.com/2016/10/influencia-2001-robert-b-cialdini.html

ebruner dijo...

En mi opinión este tema es fundamental … para muchas cosas … muchos problemas sociales y culturales de nuestra sociedad están probablemente relacionados con todo lo que se lee aquí arriba … la religión pero también la política, la familia, las relaciones personales … De aquí la importancia de artículos como este, y la asombrosa ausencia de este debate en el resto del entorno social. Es probable que todo esto, con lo que conlleva, sea otro de los tabúes ocultos de nuestra cultura. No se habla de ello, y no se nota (ni se sabe) que se está omitiendo el asunto, a pesar de ser tan sorprendentemente patente.

A lo que voy … Creo que una clave fundamental sea algo que se menciona solo al final: el contexto psicológico, cognitivo, incluso neurológico. Lo que echo en falta en este artículo es una distinción, en mi opinión, fundamental: los que no entienden y los que fingen no entender. Para seguir con la analogía del emperador chino, uno puede fingir y aceptar que se le llame caballo a un ciervo porque entiende que de otra forma le van a ahorcar, o puede sencillamente que no entienda la diferencia entre ciervo y caballo, y sin ningún problema ni conflicto lógico o moral acepta lo que le manden. Y, atención, el resultado es lo mismo, pero el proceso es totalmente diferente. De hecho no es lo mismo quedarse como aliado una persona leal/fiel/hipócrita, o un estúpido. Así que creo que habría que separar los dos casos, y ver como encajan, separadamente, en cada teoría.

Es decir, este articulo considera el fenómeno socialmente, pero no considera el fenómeno individualmente, y es ahí donde probablemente se encuentran mecanismos diferentes, que no es el caso de mezclar. Ahora, el hipócrita lo entendemos todos, evolutiva y personalmente. Pero el otro, el que no es capaz de ver una diferencia entre un caballo y un ciervo, ya no lo entendemos … Hay algo que se escapa a la lógica de la razón, algo que es mucho más peligroso, porque absurdo e imprevisible. ¿Tal vez también la estupidez, como falta de capacidad analítica y lógica, sea también el resultado de una selección, donde el grupo aguanta solo si unos cuantos no son capaces de razonar decentemente?

Y queda la pregunta del millón: cuántos son? La respuesta es fundamental, porque puede cambiarlo todo.

Anónimo dijo...

Dr. Pablo. He leído con sumo interés varios de sus artículos,a pesar de no ser psicólogo ni psiquiatra.Estos me han dejado la duda,como paciente de ambos,de si tiene sentido continuar una terapia que no me conduciría a mejorar unos sintomas que uno diagnóstica como TAG, y otro como TOC. Agradecería me orientara al respecto,pues ya quefe en el limbo,y no se a quien acudir, pues según entendí,ni los fármacos ni las terapias cognitivas conductuales tienen la eficacia que promocionan.Agradeceria mucho su amable respuesta.